estos campos...
estos campos tan míos,
la soledad
de la
isla, hogueras y balidos
entre la
bruma azul,
el humo,
los rebaños
flotando
mientras cruzo
extraviado
como en un adiós
que no
cesa;
estos campos
como si
fuese la primera vez
que los
veo o los sueño,
como si en
ellos bebiese mi rostro
tardes del
paraíso,
campos
a la vez
tan reales, tan vividos,
que me
abren la granada
cárdena de
su sangre, sus venas de fuego.
Y luego
llueve fuerte, y con la anochecida
el cielo
va quedando como un espejo azul,
o acaso
como cúpula
de hielo
muy azul y muy traslúcido.
Se alza
entonces una brisa suäve
como
lágrima inmensa
que no
cae, mas que en bruma se deshace.
Estos
campos que fueron engañoso laberinto
sin salida
de aquella vida mía
de
entonces, los recorro ahora
sabiendo
que, por fin, ya no hay salida,
que yo soy
la salida,
que no hay
otra salida que el instante
interior.
Estos campos
incluso
hoy más que ayer
son un
sueño que se desborda en mar,
pues ahora
no sé si ese misterio
que
envuelve al ser humano
(el del
vivir por todo o para nada)
desciende
desvelado, realísimo, por escala de bruma,
o si me
hace dudar y me extravía.
Estos
campos me dan una tristeza
dulcísima,
sublime, infinita,
porque sé
bien que un día los gocé
plenamente,
pues fueron
como un
racimo de oro y de silencio
que
alguien —¿quién?— depositó en mis manos.
Fue cuando
el tiempo era más que tiempo
y yo no
era libre, encarcelado
como
estaba en una cegadora
luz de
cal.
Hoy parece
que el tiempo
aún se
anula más
y que es
mi libertad recuperada
la que lo
ha detenido trayéndome esta atmósfera
azul que
me estremece,
mientras
la noche llega, pasa, arrastra
como un
escalofrío
el último
rebaño sin pastor.
¡Y es tan
tierno el azul oscuro que penetra
mis
huesos!
Estos
campos: el alma que yo tuve
en un
tiempo sin tiempo
en el que
respiraba el paraíso
que aún
respiro:
el de la
luz fogosa;
campos
que son
los mismos que ahora me revelan
su luz con
otra luz,
antes de
que la noche
con sus
pasos silentes
retorne a
la isla que es mi vida,
antes de
que esta luz
azul
del aire y
del vivir
se torne negra.