El corazón perplejo. Poesía completa (1987-2004)

 (De Fuera de Mí, 2004)

 

 

 

la luna sobre serra

 

encaramada, grave y carmesí,

como una oblea de infantil dibujo

en el limpio paisaje de la noche,

llegó la luna a Serra,

la luna mayestática de agosto.

 

Sobre la giba oscura de los montes,

sobre el calmo jardín de nuestra casa,

sobre la entera faz del hemisferio,

la impertérrita y pulcra,

la constante,

la luminaria fiel de los veranos.

 

Caballera en el éter, caballera

en su potro celeste,

cabellera anular del firmamento.

 

Nuestra Señora de la niñez íntegra,

acógenos, acoge

a estos tus hijos solos del estío

bajo tu elipse de misericordia.

 

Nuestra Señora de las circunferencias,

púrpura sol nocturno en nuestro anhelo,

ártica majestad,

socórrenos, socorre

a estos tus pobres huéspedes en vela.

 

Tú que riges las horas vehementes,

y el ritmo pasional de los desmayos,

ampáranos, ampara

a estos tus hijos incondicionales.

 

Aréola del pecho más desnudo,

la mi luna,

la mi más que sonámbula,

el punto cardinal del almanaque.

 

Que podamos volver, los aturdidos,

cien años más para besar tus labios,

con igual candidez y el mismo arrobo.

 

Cintila una vez más,

cíclope y pálida.

La mi madre,

la mi muy melancólica,

la mi más que serena.

 

 

 

ágape

 

A Tito Ruiz y Lourdes Román

 

con determinación aventurera,

con certidumbre de su maravilla,

con exceso de fe,

con el exceso que la fe merece,

tracemos un buen plan.

Con abundancia de nuestro corazón.

Seamos pródigos.

 

Dispongamos las sillas en la sombra,

bajo la caridad provecta de un olivo,

o al perezoso escudo de una parra:

¿no veis en la indolencia de esas uvas,

un brindis vertical con cada grano?

¿No veis transparentarse

todo el azúcar próspero del cielo?

 

Démonos a conciencia

el merecido ágape, el banquete.

Comamos lo supremo en lo más simple:

alta conversación,

el pan flamante

y el lustre del aceite en su oro lánguido,

la madura energía de tenernos,

la fruta fresca,

el vino inteligente.

Que corra el vino hasta volvernos sabios

desde el hondo saber de la alegría:

aquel que mira el mundo envuelto en llamas

y canta su holocausto, sin tormento.

Que no se acabe el vino,

el animoso vino de los fuertes,

antes de habernos vuelto temerarios

en el amor de cuanto está al alcance.

 

Y celebrémonos.

Que sobrevenga en el azar del día

la perfumada sal de la concordia.

Y que jueguen los niños, endiosados,

y eduquemos la vida en su alboroto.

Cómo nos merecemos nuestra fiesta.

No hay nada de arbitrario en este obsequio.

 

Y debatamos.

Que en abandono cada cual profese

su mar del desvarío:

la vida va en su vela y boga plácida,

tanta canción

aplaca las tormentas.

 

Larga vida a nosotros.

 

Convidados de carne, buen deseo.

 

Buen apetito en nuestras bodas últimas.

 

Que las tantas del alma nos sorprendan

videntes en afán, en ilusiones.

Y muera en el exilio

cualquier bituminoso pensamiento

que pretenda ultrajar

el arrebol de otra mañana invicta.

 

 

 

salutación final

flores para vosotros

 

A Vicente Gallego

 

para que no las marchitaseis nunca,

para que no pudieran corromperse,

para que en su entelequia no caduquen,

no las he puesto aquí,

sino más dentro.

 

He cogido las flores sin cogerlas,

para que se conserven en nostalgia,

para que por deseo se emancipen.

 

Ni siquiera son flores lo que os traigo.

Son la flor de la flor, su maravilla.

Su despacioso reventar

comprimido en un soplo de pujanza.

El hallazgo de todo su perfume

en un solo suspiro de ebriedades.

El concurrir de vuestros ojos limpios

al brote inaugural de primavera.

 

Que empalaguen el aire con su dulzor espeso.

Traigo néctar de vida,

la miel que nos resarce en la zozobra.

En la flor de esta edad,

os he cortado flores que no existen.

La prímula que crece en parte alguna,

el azahar de nadie,

la rosa de los vientos.

 

La balsámica flor, la flor etérea,

la abstracta flor que aturde nuestras horas:

una línea sin  más,

la vertical fragante en nuestro ensueño.

 

No quiero daros flores que declinen.

 

Algo que flota en algo os he traído,

nada que huele a nada,

en este ramo.