José
Corredor-Mateos
UN PEZ
QUE VA POR
EL JARDÍN
al salir a la calle,
este golpe
de viento
me saluda
y me
siento de pronto
despertar
del más
profundo sueño.
La paloma
que pasa
frente a
mí
parece
conocerme,
y yo me
reconozco.
¿Quién le
habrá dicho al viento
que iba a
salir de casa?
¿En dónde
está el secreto
de esta
limpia alegría?
¿En qué
profundidad
tan
luminosa
nace el
goce que el viento
me
procura?
¿Y de qué
me conoce
esta
paloma?
¿Qué nos
une a los dos
y que yo
habré olvidado?
¿Son
hermanos el viento
y la
paloma,
y yo
también de ellos?
¿Sienten
esta alegría,
sin mezcla
de dolor?
No he de
preguntarme
nada más,
sino
unirme ya al viento
y la
paloma,
al aire de
su vuelo.
A Mari Rosi y
Miguel Lisbona
Soy amigo del viento
y de las nubes,
amigo de los árboles.
El viento me pregunta
una vez y otra vez
quién soy y quién no soy,
y luego me arrebata,
llevándome a lugares
de donde ya no vuelvo.
Las nubes siempre pasan,
sin saber hacia dónde,
y las veo pasar,
con un íntimo gozo
cuando llueve.
Sé que todos los árboles
habitan más allá,
pero su voz es clara,
cuando la alcanzo a oír.
Tú eres el viento, el viento,
y eres también la nube,
sin forma y sin destino.
Eres también el árbol
que te habla.
El árbol que da luz
cuando tú estás en sombra.
¿Es sólo
un calcetín
eso que
brilla
en medio
de la calle
o alguna
ave herida
que no
puede volar?
Sucio,
agujereado,
su fulgor
me deslumbra
en pleno
mediodía.
¿He de
pasar de largo
o lo he de
guardar
con todos
mis tesoros?
¿Quién lo
dejó caer,
como al
azar,
para que
me saliera ahora
al paso,
calcetín
que es capaz
de volar
como un pájaro,
desplomarse
en la tierra
como un
pájaro,
y viene a
recordarme
que él y
yo compartimos
la caída y
el vuelo?
Ladra un
perro,
porque
pasa otro perro.
Se está
acercando un hombre
y me
pregunto
si he de
ladrar también.
Hay
pájaros que vuelan
y otros
que picotean
en el
suelo.
El perro
ni los mira.
Yo los
sigo en su vuelo,
como sigo
a las hojas
y a las
nubes.
¿Qué es lo
que sabe el perro,
que
adivino, de pronto,
y me llena
de paz?
Me he levantado
ahora,
y bajo,
muy bajito,
que nadie
pueda oírme,
he
empezado a ladrar,
ladrar,
agradecido.