Otoņos y otras luces

 

i

otoños

El otoño se acerca,

Entonces,

Casi invierno,

Ciego,

Este cielo,

Estampa de invierno,

Aquí o allí,

 

ii

la luz a ti debida

Estos poemas,

Pronóstico,

Fiel,

Quise,

A veces, un cuerpo

puede modificar un nombre,

También un nombre

puede modificar un cuerpo,

Canción de amiga,

Esto,

Nada más bello,

La luz a ti debida,

 

iii

glosas en homenaje a c.r.

i,

ii,

iii,

iv,

v,

 

iv

otras luces

Alba en Cazorla,

Viejo tapiz,

Aquel tiempo,

Luna de abajo,

Un largo adiós,

Versos amebeos,

Tan lejos,

Dos veces la misma melodía,

Aquella luz,

 


I

OTOÑOS

 


el otoño se acerca

 

 

El otoño se acerca con muy poco ruido:

apagadas cigarras, unos grillos apenas,

defienden el reducto

de un verano obstinado en perpetuarse,

cuya suntuosa cola aún brilla hacia el oeste.

Se diría que aquí no pasa nada,

pero un silencio súbito ilumina el prodigio:

ha pasado

un ángel

que se llamaba luz, o fuego, o vida.

Y lo perdimos para siempre.

 

 


entonces

 

 

Entonces era otoño en primavera,

o tal vez al revés:

era una primavera semejante al otoño.

 

Azuzadas de pronto por el viento,

corrían veloces las sombras de las nubes

por las praderas soleadas.

Inesperadas ráfagas de lluvia

lavaban los colores de la tarde.

¿De cuándo ese carmín que fue violeta?

¿De dónde

el oro que era ocre hace un instante?

 

Los silbos amarillos de los mirlos,

el verde desvaído al que apuntaban,

la luz, la brisa, el cielo inquieto:

todo nos confundía.

 

Con un escalofrío repentino,

y temor, y nostalgia,

evocamos entonces

la verdad fría y desnuda de un invierno

no sé si ya pasado o por venir.

 


casi invierno

 

 

Alamedas desnudas,

mi amor se vino al suelo.

Verdes vuelos, velados

por el leve amarillo

de la melancolía,

grandes hojas de luz,

días caídos

de un otoño abatido por el viento.

 

¿Y me preguntas hoy por qué estoy triste?

 

De los álamos vengo.

 

 


ciego

 

 

¿Ciego a qué?

No a la luz:

a la vida.

 

¿Sordo a qué?

No al sonido:

a la música.

 

Abre los ojos,

oye:

nada ve,

nada escucha.

 

Como si al mundo entero

una nevada súbita

lo hubiese recubierto

de silencio y blancura.

 

 


este cielo

 

 

El brillo del crepúsculo,

llamarada del día

que proclama que el día ha terminado

cuando aún es de día.

 

El acorde final que,

resonante,

dice el fin de la música

mientras la música se oye todavía.

 

Este cielo de otoño.

su imagen remansada en mis pupilas,

piadosa moratoria que la tarde concede

a la débil penumbra que aún me habita.

 


estampa de invierno

 

 

Mientras yo en mi yacija como es debido yazgo

arropado en las mantas y las evocaciones

de días más luminosos y clementes,

por no sé qué resquicio de mi ventana entra

un cuchillo de frío,

un gris galgo de frío

que se afana en mis huesos con furia roedora.

 

No es de ahora, ese frío.

Viene desde muy lejos:

de otras calles vacías y lluviosas,

de remotas estancias en penumbra 

pobladas sólo por suspiros,

de sótanos sombríos

en cuyos muros reverbera el miedo.

 

(En un lugar distante,

trizó una bala

el luminoso espejo de aquel sueño,

y alguien gritaba aquí, a tu lado.

Amanecía.)

 

No.

No está desajustada la ventana;

la que está desquiciada es mi memoria.


aquí o allí

 

 

Quién es el que está aquí, y dónde:

¿dentro o fuera?

 

¿Soy yo el que siente y el que da sentido

al mundo?

¿O es el secreto corazón del mundo

—remoto, inaccesible—

el que me da sentido a mí?

 

Qué lejos siempre entonces ya de todo,

incluso de mí mismo;

qué solo y qué perdido yo,

aquí o allí.