El borrador del guión de Príncipes de Maine. . . que más me gustaba era el desvío más radical de la novela que he escrito. Desde la muerte de Phillip, he revisado el guión hasta dejarlo irreconocible. El guión que Lasse Hallström y yo convinimos en filmar, en el otoño de 1998, tiene un parecido mucho mayor con la novela que la película que Phillip Borsos y yo habíamos querido hacer.
La manera en que Phillip y yo trabajábamos hizo que le tuviera aprecio, pero dudo de que mis hábitos de trabajo estimularan su afecto hacia mí. Intentaba amablemente persuadirme de que hiciera tal o cual escena algo distinta de como la había escrito, o bien me sugería, siempre de la manera más suave, que escribiera una escena que aún no había escrito, y a veces me recomendaba, con la misma amabilidad, que prescindiera por completo de un personaje (o dos, o tres).
Yo siempre reaccionaba de la misma manera. Le gritaba, le decía que era terco, que se equivocaba, que estaba estropeando el relato y trivializando a los personajes. . . le decía todo eso, y cosas peores, una y otra vez. Entonces me iba a casa y pensaba en las sugerencias de Phillip. Para serenarme, a menudo veía un vídeo de la magnífica película de Phillip The Grey Fox.
Finalmente me sentaba e incorporaba algunas de sus sugerencias al siguiente borrador del guión. Como es natural, repetíamos el proceso, que siempre se desarrollaba de la misma manera. Phillip era terco, desde luego, pero no solía equivocarse. Si bien cambiaba el argumento, a veces de una manera bastante temeraria, nunca estropeaba el relato, y hasta en ocasiones lo mejoraba. Y lejos de trivializar a los personajes, a menudo les dotaba de más fuerza.