Rama desnuda

el pasado

 

HAY cosas sólo mías, una tarde

con mi padre en Carrizo y sus trasmallos

furtivos  en el Órbigo

y una mañana en Vegas del Condado,

junto al viejo molino en cuya cueva

se combinaba un estraperlo cándido.

Días irrepetibles en Pedrún,

en Matueca, en Nocedo y en El Páramo,

y no sólo en la infancia, en la posguerra,

en la indefinición de aquellos años,

sino en estos de ahora. Ella me dijo

un día que me amaba. Aquel abrazo

aunque no lo recuerde ni siquiera

es mío inexplicablemente. Y cuanto

fue dándome la vida generosa

para luego quitármelo,

no menos generosa, como propio

lo tengo. Este feliz fosco collado

de olivos y lagares entre ortigas,

el ladrido del perro tan lejano

y el silencio de ayer y este silencio.

Mi alma hace recuento.

No cabe en una vida su pasado.

 

 

 lirios

 

JUNTO a la vieja casa estáis

abrazados y sueltos contra el muro

igual que cuando van las parejas de jóvenes

de gira por el campo,

que se ríen por todo y se persiguen,

y caen sobre la hierba y se levantan

cogidas de la mano.

Así son vuestros tallos,

dibujo arrebatado de una danza.

De un día para otro florecisteis

como un juego de magia,

con un azul tan puro y decantado

que hasta los mismos buques

podrían navegar por vuestros pétalos.

Se explica que los reyes lo escogieran

para significar una eterna ventura.

En verdad sois hermosos,

mas sin querer venís a recordarle

sus viejas travesías y sus fiestas,

abrazados y sueltos, igual que tú a tu vida,

sólo que en ti pasado, porvenir y presente

ya van a la deriva.

 

 

una noche de agosto

 

CUÁNTAS veces habrás visto esta noche

estrellada de agosto

sentado en esta silla de loneta,

que está vieja también y aculatada,

frente a los negros huertos y jardines

de olivos, de mimosas, de cipreses,

y los lagares muertos y las zarzas

con su manto sombrío derramado.

Cuántas veces habrás visto esta noche...

Aquí mismo en silencio,

dejándote mecer por aquel grillo

que finamente talla en su fanal

figuritas de vidrio que se lleva

a lomos la luciérnaga

o mirando la rana que aprovecha

el fresco de la noche y cuya única

preocupación es no caerse ahora

de la pequeña hoja a que subió

no se sabe por qué, quizá también

por fantasía humana

de atalayarlo todo sin objeto.

Se parece a ti mismo, silenciosa,

con ese aspecto triste de las ranas

que están fuera del agua.

¿Fuera de dónde estás? Mírate bien.

¿Qué has podido aprender en este tiempo,

qué nuevas conjunciones has probado

que te expliquen por qué

vienes a este rincón para quedarte

cada noche sin voz y sin respuesta,

sin recuerdos siquiera y sin futuro,

en un presente elemental y frágil

como de rana o grillo?

A veces en la noche te distrae

el paso de un avión, siempre a la misma hora,

de Lisboa a Madrid, de Madrid a Las Palmas,

los puntos suspensivos de sus luces

te pasan por encima hasta perderse

entre las mil estrellas que recorren

otra ruta mayor que desconoces.

Y es un gran alivio

porque piensas que allí van otras vidas

que estarán deseando

deseos realizables, llegar a un aeropuerto,

caer en un abrazo, repararse del sueño

en una cama limpia, vidas reales

de gentes que no piensan que aquí abajo

alguien sigue su luminosa sirga

y se pregunta cómo, monstruosa quimera,

la belleza del mundo no nos hace felices

y despierta en nosotros el deseo terrible

de que llegue la muerte cuanto antes

para poder partir

como el grillo, la rana y la luciérnaga,

como aviones lejanos, como estrellas,

que se apagan y nacen

cada noche en silencio

después de haber dejado una vez más

preguntas sin respuesta

y respuestas sin voz,

igual que esta inefable brisa que algo mueve

y se extingue en sí misma.

 

 

flores, galas

 

TÚ quedarás entre esas flores rojas,

con la blusa del aire y la mirada

brillante de un deseo

todavía en semilla, y tú, galán,

con ese traje nuevo que te hizo

sin duda, al menos las primeras veces,

presumir de apostura, a imitación

de algún actor engominado y serio.

Mujer, ¿qué flores cortas?

¿Son rosas? ¿Dalias? La posteridad

también las ha alcanzado. En cuanto a ti,

¿dejaste ya asistido el ganado en la cuadra,

picada la guadaña y recogida

la hierba por correr hasta tu traje

con la ilusión de un mozo?

La del vestido que es a un tiempo prado

y la brisa que en él ablanda el heno,

¿no podrías al menos sonreírnos

a los que aquí quedamos?

¿No te das cuenta  de que tus labios agraces

serán eternamente limpios, jóvenes,

con textura de uva y con olor a lúpulo?

Y tú, tan orgulloso de tu camisa

tan blanca y tu corbata, ¿nada dices?

Llévatela de aquí al plantío, al soto

umbrío de los chopos, junto al río

que es vuestro gozo y a la vez secreto

y símbolo de todo lo que pasa

y ya no vuelve... Sí, y ya no vuelve.

Esa será vuestra posteridad.

La mía, estos cuarenta y cinco años

que se han quedado atrás.

La vuestra, estas dos fotos que ahora miro

con los ojos nublados por las lágrimas

sin ver ni comprender cómo de un tiempo

de flores y de galas ha podido

la muerte levantarse, justamente

contra vosotros dos, invulnerables

hasta ayer mismo, que érais padre y madre.

Sólo dos viejas fotos que esperan a su vez

un reparto entre hijos, un olvido

de nietos y una nada, flores, galas.