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Las transiciones principales
La teoría de la evolución por selección natural no
predice que los organismos se harán más complejos. Sólo predice que serán
mejores a la hora de sobrevivir y reproducirse en el ambiente actual, o al
menos que no serán peores. Empíricamente, muchos, y quizá la mayoría de
linajes, cambian poco a lo largo de muchos millones de años. Como señaló una
vez D.M.S. Watson, que enseñó zoología a uno de nosotros, los cocodrilos se las
han apañado muy bien desde el Cretáceo. También los braquiópodos y los
equisetos se las han arreglado muy bien desde hace mucho más tiempo.
No obstante, algunos linajes se han hecho más complejos. En algún sentido los elefantes son más complejos que los mixomicetes, y los robles más complejos que las algas verdes, aunque encontremos difícil decir exactamente en qué sentido. Una aproximación a la definición es en términos del número de partes que componen un organismo, o del número de comportamientos posibles por parte de éste. Un elefante posee muchos tipos distintos de células (al menos varios cientos), mientras que un mixomicete tiene muy pocos. También exhibe una amplia gama de comportamientos (caminar, revolcarse, amamantar a su cría, desarraigar árboles, barritar, etcétera), mientras que un mixomicete, de nuevo, tiene pocos. Esto es cierto, pero no ayuda mucho, en parte porque es difícil de cuantificar, y en parte porque no conduce fácilmente a preguntas adicionales.
Especie |
Tipo |
Número aproximado de genes |
Procariotas |
|
|
Escherichia coli |
Bacteria |
4.000 |
Eucariotas (excepto Vertebrados) |
|
|
Oxytrochis similis |
Protozoo ciliado |
12.000-15.000 |
Saccharomyces cerevisiae |
Levadura |
7.000 |
Dictyostelium discoideum |
Acrasiomicete |
12.500 |
Caenorhabditis elegans |
Nemátodo |
17.800 |
Drosophila melanogaster |
Insecto |
12.000-16.000 |
Strongylocentrotus purpuratus |
Equinodermo |
<25.000 |
Vertebrados |
|
|
Fugu rubripes |
Pez |
50.000-100.000 |
Mus musculus |
Mamífero |
80.000 |
Homo sapiens |
Mamífero |
60.000-80.000 |
Tabla 2.1. Número de
genes en varios organismos.
Un enfoque más fructífero para medir la complejidad
procede de las matemáticas. G.J. Chaitin, un matemático norteamericano, ha
sugerido que podemos medir la complejidad de una estructura a partir de la
longitud de la lista de instrucciones más corta que la genere: la complejidad
de un pastel se mide por la longitud de la receta que nos dice como elaborarlo.
Por desgracia, aunque podemos decir de manera precisa cuán larga tiene que ser
una lista de instrucciones (es decir, de bases en el DNA) para generar una
proteína, o un conjunto de proteínas, no tenemos ni idea del número mínimo de
pares de bases que se necesita para crear un elefante. Lo que sí podemos decir
aproximadamente es cuántos pares de bases se utilizan de hecho. Incluso esta
cuestión más sencilla no puede responderse directamente. No podemos medir
simplemente el contenido en DNA del núcleo del huevo fecundado de un elefante
(que entonces debiéramos dividir por dos, porque el huevo contiene dos copias
casi idénticas de la misma información, cada una de ellas procedente de uno de
los dos progenitores, y dos copias de un mensaje no portan más información que
una). La dificultad es que gran parte del DNA de cualquier organismo superior
no aporta información útil: es como la estática en un mensaje de radio que se oye
mal. Decimos algo de este DNA en el capítulo 8. Pero si no se necesita,
entonces ciertamente no se le debería incluir en ninguna medida de complejidad.
Una idea aproximada de la cantidad de DNA informativo
en organismos que varían en complejidad aparente se da en la tabla 2.1.[1]
La transición entre procariotas (esencialmente bacterias) y eucariotas (todos
los demás) se discute en el capítulo 6, junto con las razones para el aumento
sustancial de DNA informativo. Es menos claro por qué los vertebrados resultan
tener más DNA informativo que los invertebrados. Al ser nosotros mismos
vertebrados, quizá nos sorprende menos la diferencia de lo que debiera: ¿por
qué razón un insecto, con patas y alas, iba a necesitar menos DNA que un pez?
Parece, pues, que aunque no existe una razón general
por la que la evolución debiera conducir a una mayor complejidad, en realidad
así lo ha hecho en algunos casos. En la sección siguiente argumentamos que este
aumento ha dependido de un pequeño número de cambios principales en la manera
en la que la información se almacena, se transmite y se traduce. A estos
cambios los llamamos transiciones principales.
Las transiciones principales
La manera más fácil de explicar qué queremos decir al
hablar de transiciones principales es listarlas (tabla 2.2). La breve
explicación de la lista que sigue es, efectivamente, una sinopsis del resto del
libro: si algunas afirmaciones parecen oscuras, esperamos que quedarán más
claras en el capítulo apropiado.
1. Moléculas
replicantes à poblaciones de moléculas
en compartimientos. Pensamos que los primeros objetos con las
propiedades de multiplicación, variación y herencia fueron moléculas
replicantes semejantes al RNA pero quizá más sencillas, capaces de reproducirse
pero no informacionales, porque no especificaban otras estructuras. Para que la
evolución fuese más allá era necesario que diferentes tipos de molécula
replicante cooperaran, produciendo cada uno efectos que ayudaran a la
replicación de los demás. Argumentamos que, para que esto ocurriera, las
poblaciones de moléculas tenían que estar encerradas dentro de algún tipo de
membrana o «compartimiento».
2. Replicadores
independientes à cromosomas. En los
organismos actuales, las moléculas replicantes, o genes, están unidas extremo
con extremo para formar cromosomas (un único cromosoma por célula en los
organismos más sencillos). Ello tiene como efecto que cuando un gen se replica,
todos lo hacen. Esta replicación coordinada evita la competencia entre genes de
un mismo compartimiento y les obliga a cooperar. Discutimos esta transición en
el capítulo 5.
3. RNA
como gen y enzima à DNA y proteína. Existe en la actualidad una división del trabajo
entre dos clases de moléculas: ácidos nucleicos (DNA y RNA) que almacenan y
transmiten información, y proteínas, que catalizan reacciones químicas y forman
gran parte de la estructura del cuerpo (por ejemplo, músculo, tendón, pelo).
Parece cada vez más plausible que al principio no hubiera tal división del
trabajo y que las moléculas de RNA realizaran ambas funciones. La transición
desde un «mundo de RNA» hasta un mundo de DNA y proteína requirió la evolución
del código genético, por el que la secuencia de bases determina la estructura
de las proteínas. Éste es el tema del capítulo 4.
Moléculas replicantes |
Poblaciones de moléculas en protocélulas |
Replicadores independientes |
Cromosomas |
RNA como gen y enzima |
Genes de DNA, enzimas proteínicos |
Células bacterianas (procariotas) |
Células con núcleo y orgánulos (eucariotas) |
Clones asexuales |
Poblaciones sexuales |
Organismos unicelulares |
Animales, plantas y hongos |
Individuos solitarios |
Colonias con castas no reproductivas (hormigas,
abejas y termes) |
Sociedades de primates |
Sociedades humanas (lenguaje) |
Tabla 2.2. Las
transiciones principales.
4. Procariota
à eucariota. Las
células pueden dividirse en dos tipos principales. Los procariotas carecen de
núcleo y (generalmente) tienen un único cromosoma circular. Incluyen las
bacterias y las cianobacterias (algas verdiazules). Los eucariotas poseen un
núcleo que contiene cromosomas en forma de bastón y por lo general otras
estructuras intracelulares denominadas «orgánulos», entre ellas las
mitocondrias y los cloroplastos que se describen en el capítulo 6. Los
eucariotas incluyen todos los demás organismos celulares, desde los
unicelulares, como Amoeba y Chlamydomonas, hasta los seres humanos.
Discutimos la transición de procariotas a eucariotas en el capítulo 6.
5. Clones
asexuales à poblaciones sexuales. En los
procariotas y en algunos eucariotas sólo surgen nuevos individuos a partir de
la división de una única célula en dos. En la mayoría de eucariotas, en cambio,
este proceso de multiplicación por división celular es interrumpido
ocasionalmente por un proceso en el que un nuevo individuo surge de la fusión
de dos células sexuales, o gametos, producidos por individuos distintos. Aunque
familiar, esta transición es una de las más enigmáticas; la discutimos en el
capítulo 7.
6. Protistas
à animales, plantas y
hongos. Los
animales están compuestos por muchos tipos distintos de células: musculares,
nerviosas, epiteliales, etc. Lo mismo cabe decir de plantas y hongos. Cada
individuo, por lo tanto, porta no una copia de la información genética (dos en
un diploide), sino muchos millones de copias. El problema es cómo unas células
que contienen la misma información pueden hacerse tan diferentes en cuanto a
forma, composición y función. En comparación, los pocos protistas que no son
unicelulares forman colonias de células muy poco diferenciadas. ¿Cómo se
diferencian las células que contienen la misma información genética? ¿De qué
manera los distintos tipos celulares se van ordenando para formar la estructura
del organismo adulto? ¿Qué problemas tuvieron que resolverse antes de que
pudieran evolucionar los animales y las plantas? Analizamos estas cuestiones en
el capítulo 10.
7. Individuos
solitarios à colonias. Algunos animales, en especial hormigas, abejas, avispas y
termes, viven en colonias en las que sólo unos pocos individuos se reproducen.
Se ha comparado una tal colonia a un superorganismo, análogo a un organismo
pluricelular. Las obreras estériles son análogas a las células somáticas de un
individuo, y los individuos reproductores a las células de la línea germinal.
El origen de tales colonias es importante; se ha estimado que un tercio de la
biomasa animal de la pluviselva amazónica está constituida por hormigas y
termes, y es probable que ello sea así también para la mayoría de los demás
hábitats. También es interesante por la luz que arroja sobre el origen de las
sociedades humanas. Discutimos estos orígenes en el capítulo 11.
8. Sociedades
de primates à sociedades humanas, y el
origen del lenguaje. En el capítulo 12 argumentamos
que el paso decisivo en la transición desde la sociedad de los simios hasta la
humana fue el origen del lenguaje. Ya hemos destacado las semejanzas entre el
lenguaje humano y el código genético. Son dos sistemas naturales que
proporcionan una herencia ilimitada. La naturaleza y el origen de las
sociedades humanas son los temas del capítulo 12, y en el capítulo 13
exploramos el origen del lenguaje.
Puesto que nos ocupamos de la información, quizá
deberíamos haber incluido en nuestra lista la evolución de un sistema nervioso
capaz de adquirir información sobre el mundo externo, y de usar dicha información
para modificar el comportamiento. Ciertamente, la adquisición de un sistema
nervioso era una precondición necesaria para la evolución subsiguiente del
lenguaje. ¡La única excusa para esta omisión es nuestra incompetencia!
De las ocho transiciones que hemos listado, pensamos
que todas, excepto dos, fueron únicas, lo que quiere decir que tuvieron lugar
una sola vez en un único linaje. Las dos excepciones son la evolución de
organismos pluricelulares, que ocurrió tres veces, y de animales coloniales con
castas estériles, que ha ocurrido muchas veces. La ocurrencia de seis
transiciones únicas (junto con el origen mismo de la vida, que también
atribuimos a una secuencia única de eventos) tiene interesantes implicaciones.
Cualquiera de ellas pudo no haber ocurrido, y de haber sido así no estaríamos
ahora aquí, ni nosotros ni nada que se nos pareciera remotamente.
[1] El proyecto del
genoma humano ha establecido en 30.000 el número aproximado de genes en nuestra
especie. (N. del T.)