andrew fabian, miembro de la Royal Society, es catedrático de investigación
de la Royal Society británica en la universidad de Cambridge y miembro del
Darwin College. Investiga en astronomía y sus intereses principales son las
galaxias activas y los cúmulos galácticos. Organizó la primera serie de
conferencias del Darwin College, titulada «Origenes».
El
concepto de evolución no tiene el mismo significado para todo el mundo.
Mientras que en biología sólo significa evolución genética, muchas disciplinas
la asocian a un proceso de cambio o desarrollo, a veces con una gradualidad
implícita que la distingue de la revolución.
Esta
recopilación de ensayos es el resultado de la convocatoria de ocho divulgadores
célebres, procedentes de distintas disciplinas, para tratar el tema de la
evolución. Como se verá, la mayoría explica cómo se ha llegado al actual estado
de la cuestión: el concepto darwiniano de evolución en la conferencia de
Stephen Jay Gould; las células y el embrión en la de Lewis Wolpert; las
divisiones políticas actuales (a grandes rasgos) en la de Jared Diamond; la
sociedad en la de Tim Ingold; el universo en la de Martin Rees, y la ciencia en
la de Freeman Dyson. Richard Rogers, al tratar de la evolución de las ciudades,
se centra en el estado actual de Londres, mientras que Gillian Beer plantea que
la novela no ha evolucionado en absoluto y relata cómo ha calado el concepto de
evolución en la literatura de ficción.
Los
ensayos de este libro se leyeron por primera vez en la décima serie de
conferencias del Darwin College, celebrada a principios del año 1995. Estas
conferencias se han convertido en una institución para algunos en Cambridge y
están abiertas (con gran éxito de asistencia) tanto a los miembros del colegio
universitario y de la universidad como al público en general. Para garantizar
la interdisciplinariedad de las conferencias se selecciona un grupo de
divulgadores famosos, procedentes principalmente del mundo académico, y se les
pide que hablen de un tema concreto. Hasta el momento se han tratado los temas
«Orígenes», «La fragilidad del medio ambiente», «Predicciones», «Comunicación»,
«Inteligencia», «Catástrofes», «Color» y «Evolución». (La mejor manera de
apreciar el resultado es consultar otros volúmenes de la serie, publicados por
Cambridge University Press.) Entre los autores renombrados que han participado
en estas conferencias se encuentran Noam Chomsky, Stephen Hawking, Roger
Penrose, John Maynard Smith, Desmond Tutu, Helena Kennedy, Robert May, Richard
Gregory, Daniel Dennet, David Lodge, Roy Porter, Bridget Riley y Chistopher
Zeeman.
Para
salvaguardar el carácter de cada disciplina, los conferenciantes no saben lo
que han dicho o escrito los otros. Por otra parte, las formas de impartir una
conferencia varían tanto como los estilos literarios. En general, las
conferencias de los científicos utilizan más elementos visuales (ilustraciones
y gráficos) y son más improvisadas que las charlas sobre arte, ciencias
sociales y humanidades. Al estar dirigidas a una audiencia muy amplia, lase conferencias
son en general inteligibles por los no especialistas. De esta forma esperamos
poder comunicar algo de la emoción que acompaña la creación intelectual en
diversas disciplinas.
Aunque el
mecanismo de la evolución darwiniana apenas se cuestiona en los capítulos que
siguen, sí se hacen críticas puntuales de algunas interpretaciones recientes
(el neodarwinismo y el ultradarwinismo) y se constata que, a medida que nos
alejamos de las ciencias físicas y biológicas y nos acercamos a las sociales,
crece la impresión de que la vida no puede reducirse a esquemas simples.
Stephen Jay Gould argumenta
que el mecanismo de evolución por adaptación hunde sus raíces en la tradición
de la historia natural inglesa. Esta tradición, en cuyo seno trabajó Darwin,
hacía hincapié en el estudio de los detalles y del buen diseño; sus orígenes se
remontan a la obra de Robert Boyle en el siglo XVII.
lewis wolpert explica
que la evolución avanza mediante la modificación (genética) del desarrollo del
embrión, en cuyo ámbito el factor más importante es el crecimiento diferencial.
A continuación examina cómo surgieron las criaturas pluricelulares, los huevos
y los embriones.
jared diamond describe
a grandes rasgos la historia humana desde la última glaciación. ¿Por qué los
europeos se extendieron por América a partir del siglo XV? ¿Por qué los incas
no invadieron Europa? Diamond afirma que la clave está en la disponibilidad de
plantas cultivables y animales de gran tamaño domesticables, lo cual depende en
grado sumo de la geografía. Si una masa de tierra (Eurasia) tiene un eje
este-oeste amplio a una misma latitud, entonces es posible transplantar con
éxito plantas y animales. Esto permite el desarrollo de la agricultura y las
grandes civilizaciones. Las sociedades populosas inventan nuevas armas, y los
animales domesticados transmiten enfermedades. Con armas, medios de transporte
e inmunidad a sus propios gérmenes, los invasores son imparables.
richard rogers considera
que la evolución de una ciudad como Londres es un proceso de cambio acumulativo
que no puede dejarse en manos de mutaciones aleatorias. Londres es una ciudad
postindustrial que se enfrenta a las consecuencias de un crecimiento económico
desenfrenado. Muchos espacios públicos famosos son poco más que rotondas para
el tráfico. Rogers argumenta que puede desarrollarse una ciudad sostenible
consolidando a su alrededor barrios urbanos compactos.
tim ingold cree que el punto de
partida más prometedor para unificar las ciencias biológicas y las sociales no
es la «descendencia con modificación» de Darwin, sino la biología del
desarrollo. Se pronuncia contra la idea de que la vida social sea el producto
de un proceso de selección; las capacidades humanas no están especificadas de
antemano, sino que surgen a través de la evolución conjunta con otras personas
y, en particular, de la interacción con las generaciones precedentes.
gillian beer encuentra que la idea de
evolución aplicada a la novela suele suponer un desarrollo ascendente, y
argumenta contra este punto de vista. Las novelas que sobreviven no son las
intrínsecamente mejores, sino las más aptas para sobrevivir. A continuación
examina la utilización de la idea de evolución por los novelistas.
freeman dyson aborda la
evolución de la ciencia mediante algunos relatos, principalmente sobre
astronomía, que ilustran procesos evolutivos, y expone cómo surgen la
especiación y la simbiosis en el universo físico. Es bien sabido que el
conocimiento científico experimenta revoluciones; Dyson argumenta que las
revoluciones propiciadas por instrumentos son mucho más comunes que las
conceptuales, aunque estas últimas sean más conocidas.
martin rees describe la evolución del
universo como un proceso de desplegamiento. Primero nos conduce desde el Big
Bang hasta la formación de elementos más pesados que el hidrógeno y el helio en
los núcleos de estrellas y supernovas. A continuación se pregunta por qué las
constantes físicas, las fuerzas de las interacciones y otros parámetros tienen
los valores que tienen. También discute la idea de los universos múltiples,
entre los cuales el nuestro sería uno más, con unos valores característicos de
las constantes físicas que permiten la existencia y la evolución de la vida.
Esto nos devuelve al punto de partida y sugiere que la evolución no es más que
la última fase de un proceso físico, más fundamental, de despliegue en un
metauniverso.
La
impresión final es que el concepto de evolución no está fijado en un sentido
interdisciplinar, pero es un tema fundamental que no puede ignorarse.
Para
finalizar, me gustaría dar las gracias al director y a los miembros del Darwin
College por permitirme organizar esta serie de conferencias, a todos los
académicos y estudiantes que me han ayudado a preparar estas conferencias y, en
particular, a Joyce Graham por su útil asistencia.
1
Sobre la
transmutación de la ley de Boyle en la revolución darwiniana
Stephen Jay Gould
stephen jay gould ocupa la cátedra Alexander Agassiz de Zoología y es profesor
de geología en la Universidad de Harvard. También es conservador de la sección
de paleontología de invertebrados en el Museo de Zoología Comparada de Harvard.
Ha escrito extensamente sobre diversos aspectos de la ciencia ecolutiva tanto
en libros técnicos como de divulgación.
Continuidad adaptativa
Es posible
que Inglaterra deje de existir algún día (sobre todo si consideramos las
escalas temporales que manejan los paleontólogos), pero unas pocas millas de
Canal y cerca de mil años sin invasiones a gran escala (desde el año 1066)[1]
han generado una plétora de peculiaridades británicas, tanto temperamentales
como filosóficas, respecto de las preferencias y formas de pensar del
continente europeo. (Un lenguaje común, separado por 5000 kilómetros de océano,
inspira más proximidad que los 40 kilómetros del canal de La Mancha y la diferencia
de idioma; de ahí el parecido entre las historias del pensamiento evolutivo en
Norteamérica y Gran Bretaña.) En este capítulo argumentaré que la adaptación es
el tema de historia natural y evolución más característico de los países de
habla inglesa. Intentaré demostrar que la decisión de Charles Darwin (figura 1)
de basar su defensa de la evolución y su modo de acción en una explicación de
la adaptación encaja con una larga tradición de la historia natural y la
teología británicas que nunca llamó la atención en el continente. Las disputas
actuales entre las teorías «ultradarwinistas» y estructuralistas prolongan el
mismo debate y establecen una continuidad típicamente inglesa que dura ya
varios siglos.
En el
todavía vigente párrafo de introducción de El
origen de las Especies, Charles Darwin plantea (1859, pág. 3) que los temas
clásicos de la historia natural proporcionan pruebas suficientes de la
existencia de la evolución:
Al considerar el origen de las especies, es
totalmente comprensible que un naturalista, reflexionando sobre las afinidades
mutuas de los seres orgánicos, sobre sus relaciones embriológicas, su
distribución geográfica, su sucesión geológica y otros hechos semejantes,
llegue a la conclusión de que las especies no han sido creadas independientemente,
sino que han descendido, como variedades, de otras especies.
insertar
figura
Figura 1. Charles
Darwin, por Leonard Darwin (1878).
Luego
añade, en una frase portentosa de gran trascendencia para la historia posterior
de la teoría evolutiva, que tal explicación puede parecer vacua, no sólo porque
excluye un sujeto central, sino también por motivos estéticos:
No obstante, semejante conclusión, aun cuando
estuviese bien fundada, no sería satisfactoria hasta que pudiese demostrarse de
qué modo las innumerables especies que pueblan este mundo se han modificado
hasta adquirir esa perfección de estructura y coadaptación que causa, con
justicia, nuestra admiración.
A
continuación, Darwin cita las razones que le movieron a buscar las causas del
cambio evolutivo (y no las meras manifestaciones de este cambio, que pueden
determinarse de otros modos): la complejidad
y la precisión de los buenos diseños
orgánicos (y no sólo la mera existencia de los mismos). Darwin insta a
considerar las alternativas: ¿de qué manera, si no es por la selección natural,
podrían surgir adaptaciones precisas atribuibles a causas materiales, sin
recurrir a una construcción sobrenatural? Darwin menciona que la mayoría de los
naturalistas citaría la inducción ambiental de variaciones, pero esta
explicación no puede dar cuenta de la belleza y complejidad de las adaptaciones
(un argumento con un fuerte componente estético):
Los naturalistas se refieren continuamente a las
condiciones externas, tales como el clima, el alimento, etc., como la única
causa posible de variación. En un sentido limitado, como veremos después, esto
puede ser verdad; pero es absurdo atribuir a factores meramente externos la
estructura, por ejemplo, del pájaro carpintero, con sus patas, su cola, su pico
y su lengua tan admirablemente adaptados para capturar insectos bajo la corteza
de los árboles.
Si se
añade la noción lamarckiana del uso y el desuso (que Darwin etiqueta como
«hábito») o una voluntad orgánica explícita (una malinterpretación usual del pensamiento
de Lamarck, que Darwin conoció por el resumen escrito por Charles Lyell en el
segundo volumen de Principles of Geology,
publicado en 1832), se obtiene una explicación aproximada para la precisión,
pero no para la intrincada coadaptación de organismos ecológicamente
independientes. Darwin continua (1859, pág. 3):
En el caso del muérdago, que obtiene su alimento de
ciertos árboles, cuyas semillas deben ser transportadas por ciertas aves y
cuyas flores de sexos diferentes requieren la mediación de ciertos insectos
para llevar el polen de una flor a otra, es igualmente absurdo explicar la
estructura de este parásito y sus relaciones con diversos seres orgánicos
distintos por los efectos de las condiciones externas, de la costumbre o de la
volición de la planta misma.
(Ibíd.)
Sólo queda
una alternativa a la selección natural: el concepto ortogenético de una
secuencia de transformaciones filogenéticas «programada de antemano», como la
que propuso el autor y editor escocés Robert Chambers en Vestiges of the Natural History of Creation, publicada anónimamente
en 1844. Darwin rechaza acertadamente esta idea mediante el argumento
metodológico de que, al igual que la idea de la creación por voluntad divina,
es completamente incontrastable:
Imagino que el autor de Vestiges of Creation diría que, después de un número indeterminado
de generaciones, algún pájaro habría generado el pájaro carpintero, alguna
planta el muérdago, y que habrían sido producidos tan perfectos como los
conocemos; pero esta presuposición no me parece una explicación, porque ni toca
ni esclarece la causa de las adaptaciones mutuas de los seres orgánicos y su
adecuación a sus condiciones físicas de vida.
(Darwin, 1859, pág. 4)
Los
evolucionistas anglófonos están tan acostumbrados a aceptar la prioridad de la
adaptación que suelen considerarla evidente por sí misma y no sujeta a una
construcción alternativa. Pero decidir que la adaptación es el fenómeno básico
que debe explicar la evolución es una estrategia particularmente inglesa y de
ningún modo un enfoque universal. La revolución de Darwin se caracteriza por
proponer una explicación de la adaptación radicalmente nueva, que da la vuelta
a las teorías anteriores, pero no por otorgarle un papel central (a fin de
cuentas, el diseño óptimo había sido el tema principal de la historia natural
inglesa desde hacía 200 años, por lo menos).
Estas
diferencias nacionales, muy anteriores a la aceptación de la visión evolutiva,
se originaron en las diferentes maneras de abordar la cuestión de cómo los mecanismos
de la naturaleza reflejan la existencia y los atributos de un creador divino.
La corriente típicamente inglesa de la «teología natural» afirmaba que la
existencia de Dios, así como sus atributos de benevolencia y omnisciencia,
podían inferirse de la perfección de la construcción de los organismos,
especialmente de su diseño[2]
óptimo y de la armonía de los ecosistemas. La teología natural fue defendida
por algunos de los principales científicos del siglo XVII, en particular por
Robert Boyle y John Ray. Alcanzó su cenit con la publicación de Natural Theology de William Paley, un
libro enormemente influyente cuya primera edición data de 1802, y disfrutó de
un florecimiento tardío, tal vez un poco desfasado, en la serie de tratados
Bridgewater de la década de 1830. Los teólogos naturales consideraban que la
«adaptación» (en su propia acepción, no en el sentido evolutivo de Darwin) era
el fenómeno más importante de la biología, pues revelaba la existencia y la
naturaleza de Dios.
Esta
actitud era ajena a la mayor parte de los biólogos continentales, quienes, sin
negar la adaptación, tendían a contemplar el diseño óptimo como un conjunto de
divagaciones superficiales y parciales sobre las evidencias de la inteligencia
divina: las estructuras subyacentes y sus pautas de transformación en el orden
taxonómico de los animales. La mayor parte de los estructuralistas
continentales consideraba que la adecuación del pie palmeado del pato o el
antebrazo cavador del topo era demasiado singular y enfermiza para ilustrar algo
tan universal y sublime como la omnisciencia de Dios. Louis Agassiz, gran
zoólogo suizo (y más tarde xmlns:w="urn:schemas-microsoft-com:office:word" xmlns="http://www.w3.org/TR/REC-html40"> normal'>Andrew C. Fabian, animador de los
encuentros que dieron lugar a este volumen, se encargó también de la edición de
la primera recopilación de artículos de las conferencias del Darwin College, Origins (1989). Es miembro de la
Royal Society británica, catedrático de investigación en la Universidad de Cambridge
y miembro del Darwin College. Astrónomo, sus investigaciones se centran en
las galaxias activas y los cúmulos galácticos.
No
pretendo establecer esta diferencia como una dicotomía clara e invariable.
Algunos científicos continentales, entre quienes destaca el naturalista francés
Georges Cuvier, mantuvieron un enfoque básicamente adapcionista (no evolucionista,
por supuesto) y algunos ingleses optaron por buscar reglas geométricas de
transformación arquetípica en lugar de la mera adecuación de adaptaciones
particulares a entornos concretos. Entre ellos se encontraba Richard Owen, cuya
adhesión a esta forma atípica de evolucionismo le reportó frecuentes
malinterpretaciones (sobre todo por parte de la floreciente comunidad
darwinista, que se complacía en desacreditar a sus principales enemigos) y una
fama de creacionista tenaz (el evolucionismo no adaptacionista se confundía
fácilmente con un rechazo de la evolución en general, en vez de una simple
oposición a la centralidad de la adaptación, fenómeno privilegiado por Darwin).
La teología natural de Paley era el coto de los académicos de Cambridge y no el
de los médicos de Edimburgo y Londres (quienes, como ha mostrado excelentemente
el biógrafo e historiador de la ciencia Adrian Desmond, a menudo abrazaban las
doctrinas lamarckianas y estructuralistas); pero Darwin pertenecía a Cambridge,
y esta genealogía intelectual prevaleció finalmente en la biología británica.
Así pues,
puede ser útil examinar la continuidad específicamente británica que va del
adaptacionismo y los teólogos naturales a su metamorfosis en la «descendencia
con modificación» de Darwin. Se acostumbra a resaltar el contraste entre Paley
y Darwin (con buen criterio, pues la naturaleza de la revolución darwiniana se
caracteriza por la inversión causal de las ideas de Paley) pero pocos se han
detenido en esta continuidad igualmente llamativa. En pocas palabras, Darwin
mantuvo la fenomenología e invirtió la explicación, por lo que debemos conocer
qué retuvo y qué rechazó.
La
teología natural suele definirse a partir de su expresión canónica y tardía en
la obra de Paley (o por sus agónicos coletazos en los últimos tratados
Bridgewater). No obstante, me gustaría centrarme en los escritos fundadores y,
en particular, en los trabajos de Boyle (ver figura 2), el más importante de
los contemporáneos de Newton. Boyle trató el tema de forma extensa y explícita
en un libro publicado en 1688 y titulado A
Disquisition About the Final Causes of Natural Things, Wherein it is Inquir'd
Wheter, and (If at All) With What Causations, a Naturalist Should Admit Them [Disquisición
sobre las causas finales de los cuerpos naturales, en la que se pregunta si, y
con qué precauciones (si es que hay que tomar alguna), un naturalista debería
admitirlas]. Quiero examinar la forma en que Boyle establece que la adaptación
orgánica es la principal indicación natural de la existencia y atributos de
Dios. A continuación, hablaré de las características de este sistema que
tuvieron más continuidad en la posterior tradición darwiniana y también los
elementos que el evolucionismo rechazó con más contundencia. Creo que, al
describir esta continuidad ininterrumpida, podrán entenderse mejor las
diferencias. Al igual que los linajes naturales que Darwin estudió, su teoría
mantiene una continuidad genealógica con sus antepasados intelectuales locales.
Los aspectos realmente revolucionarios de la selección natural se entienden
mejor si se la considera como una inversión explicativa dentro de un marco
inalterado, en el que la adaptación es el fenómeno básico que debe explicar
cualquier teoría aceptable de la historia de la vida.
[1] Gould se refiere a la invasión de Inglaterra por los normandos que, tras
la batalla de Hastings, pasaron a dominar el país. (N. del T.)
[2] En inglés, la palabra «design» se refiere tanto a diseño como a designio,
lo que produce una ambigüedad que no siempre puede mantenerse en la traducción.
(N. del T.)