El hueco

campana de cristal

 

 

 

 

 

 

 

una campana o cueva de carey

me hacen su propiedad. Suya soy, y mi ropa.

Lo demás es el yermo.

 

El aire hace inseguros los cruciales

tensores de la lona.

Reptil de soledades, se despereza el alma.

 

Pero en el otro lado,

vertical como un árbol que se yergue

o un manantial que empuja, me despierto.

 


certeza de la luz

 

 

 

 

 

 

 

nada sé de este abrirse la luz de cada día

sobre la siempre mar y su orilla de siempre,

atenta sólo a sus modos usuales:

transige el sol penumbras que deciden por mí.

 

La paz os doy y déjoos

la paz cuando esa luz se afirme en la ribera,

la certidumbre de horas devueltas a mis lindes

que aguardan de la mar su secreto trasvase.

 


la casa

 

 

 

 

 

 

 

su natural tendencia a deshacerse se agrava cada noche:

aparadores, mantas, armarios se dislocan.

A veces me desvelo en la cruz de la araucaria

con la mano acogiendo una ardilla incisiva.

 

Vendrán la aurora y, luego, el mar perseverantemente roto,

y yo con él. Está ya todo a punto: la casa se deshace.

Se me erizan escamas. La resina. La crema limpiadora.

La araucaria. La ardilla. Mi sueño insoportable.