No he conseguido saber con certeza si nací el 27 o
el 28 de junio. Sobre el año no hay duda: l925, ni tampoco sobre el lugar:
Maison-Carrée, un pueblecito a las afueras de la capital de Argelia. Según
parece, llegué al mundo en la habitación que llamaban del Marabout, la más amplia y noble de la villa de mis abuelos maternos, Vicente Bonmatí y Mariana Botella,
una habitación que estaba reservada para huéspedes ilustres o acontecimientos
«históricos». Por lo que me han contado, mi padre estaba entonces en Sevilla
con mi hermana Solita y por lo tanto le tocó a Tonton Pierre, marido de Tata1 Roselia, hermana de mi madre, acudir al Ayuntamiento, donde me
inscribió en el registro con el nombre de Jacques
Pierre Salinas. Né le 28 Juin de 1925. Fils de Pedro Salinas et Margarita Bonmati. A pesar de
ello, desde que tuve uso de razón, recuerdo que mi cumpleaños siempre se
celebraba el 27.
Me he preguntado más de una vez por qué mi madre
decidió dar a luz en Argelia y no en Sevilla, donde cinco años y medio antes
había venido al mundo mi hermana Soledad. Años después, Tata Andrea me explicó que durante aquel primer embarazo de mi
madre, mi padre había dado tantas muestras de preocupación y angustia que privó
a mi madre de la tranquilidad necesaria para dar a luz; tanto es así que ésta
tomó la firme decisión de que, si volvía a quedar embarazada, acudiría cerca de
su madre y hermanas para librar a mi padre de sus sufrimientos. Tampoco
descarto el que mi madre, que siempre se sintió más francesa que española y que
nunca estuvo a gusto en Sevilla, pensara que, si yo nacía en suelo francés,
llegado el día, podría gozar de su nacionalidad.
Pero la fecha de mi nacimiento sufrió un nuevo
cambio cuando en agosto de l936 –estábamos en Santander desde principios de
julio–, mi padre fue precipitadamente al Gobierno Civil para pedir
pasaportes a fin de que mi hermana y yo pudiéramos salir de España en cuanto se
presentara la ocasión. Cuando mi padre me enseñó el mío, protesté enérgicamente
porque constaba que había venido al mundo el 28 de junio. Mi padre, un tanto
irritado, insistió en que los tiempos no estaban para pedir rectificaciones y
que, por un día, no iba a poner en peligro nuestra salida de España. Tuve que
aguantarme, aunque me costó aceptar un cambio perpetrado con tanta ligereza por
muy acuciantes que fueran las circunstancias. Fue mi madre la que, para
apaciguarme, me contó que había nacido el 27 al filo del 28, y que Tonton Pierre, nadie sabía por qué, dio
la fecha del 28.
Un año después, en junio de 1937, cuando mi madre,
mi hermana y yo vivíamos refugiados en la villa
de Maison-Carrée, se celebró mi cumpleaños el 27, sospecho que por el deseo de
mi madre de darme gusto, y lo recuerdo porque fue el último aniversario que se
celebró en el entorno de la familia Salinas: a partir de ese día, en nuestra
casa, no volvió a festejarse ni cumpleaños ni Navidad ni Reyes. Como no hay mal
que por bien no venga, a partir de cierta edad uno quiere olvidar el paso del
tiempo y gracias a ese vaivén de fechas he podido esquivar las cariñosas
felicitaciones de los amigos que año tras año me llaman el 28, y a los que
respondo que mi cumpleaños es el 27. Por fortuna, desde hace años sólo Rosa
Regás y El Corte Inglés siguen recordando la(s) fecha(s). A Rosa logro
confundirla, pero los ordenadores de los grandes almacenes «nunca se
equivocan».
Fuera el que fuese el día en que nací, sé con
seguridad –porque me lo contó Tata
Net ya muertos mis padres– que a los pocos meses de nacer me embarcaron con mi
madre, dos o tres de sus hermanas y mi prima hermana Mita en un paquebote
superviviente de la primera guerra mundial y capitaneado por un viejo amigo de
mi abuelo, que todas las semanas cruzaba el Mediterráneo de Argel a Alicante.
Una vez a bordo se nos asignaron los dos mejores camarotes, aunque el mío
fueran los brazos de Tata Net que, a
pesar de ser algo más joven que mi madre, ya había criado a sus dos hijos y
para la travesía insistió en otorgarse el papel de niñera del cuarto nieto
Bonmatí.