Matar a Platón

1

Un hombre es aplastado.

En este instante.

Ahora.

Un hombre es aplastado.

Hay carne reventada, hay vísceras,

líquidos que rezuman del camión y del cuerpo,

máquinas que combinan sus esencias

sobre el asfalto: extraña conjunción

de metal y tejido, lo duro con su opuesto

formando ideograma.

El hombre se ha quebrado por la cintura y hace

como una reverencia después de la función.

Nadie asistió al inicio del drama y no interesa:

lo que importa es ahora,

este instante

y la pared pintada de cal que se desconcha

sembrando de confetis el escenario.

esquina. Apresuro el paso. Se hace tarde y aún no he almorzado.

 

2

 ¿Debo añadir que el viento ululaba

como un perro salvaje

tras la puerta embestida?

No lo haré.

No me pregunten por el viento:

yo no sé si lo había.

Y aunque así fuese, en todo caso,

sería irrelevante.

Acabo de encontrarme con un viejo amigo.

Me ha pedido consejo

acerca de unos poemas que está escribiendo.

 

3

 Su rostro es muy delgado y dirige hacia el cielo

el mirar casi obsceno de un gran ojo azul

y otro ojo al que ciega

el guano que ha estampado una paloma

al modo en que se sellan

las cartas con el lacre.

Le ha puesto al libro un título extraño:

Matar a Platón.

 

4

¿Y qué hay del sentimiento?.

¿Debería haberlo?

¿Es poesía el verso que describe

fríamente aquello que acontece?

Pero ¿qué es lo que acontece ?

Trata de una mujer que es aplastada por el impacto de un sonido

 

5

No sé si era su hija. El hombre

aplastado agarraba la mano de una niña,

o puede que la niña fuese

la que tenía cogida la mano de aquel hombre,

ahora ya tan rígida, tan apretada y fría.

Vendrán para cortarle los dedos uno a uno.

Amputarle la mano tal vez sería más sencillo,

pero ¡imagínense una niña huyendo

con una mano ensangrentada

prendida de la suya!

Vendrán con instrumentos

de cirujano a liberarla y ella

atenderá, absorta,

al charquito de orina y sangre

que se extiende hasta sus pies.

Piensa que es una pena

no llevar puestas las botas de agua

y que no siempre es cierto que los charcos

se forman con la lluvia.

el sonido que hace una idea cuando vibra y se convierte en proyectil.

 

6

En la esquina de enfrente,

desde una ventana situada

justo encima del cine

cae una media negra.

Una media de seda —¿o es de nailon?—

negra como una despedida

cae sobre el cartel que anuncia

La muerte de un viajante de comercio.

El sonido aplasta a la mujer contra la fachada de una casa. Ese es el tema.

Los poemas son variaciones de esta imagen.

 

7

Está creciendo el número de los espectadores.

No como una marea, no:

como crecen los sueños

cuando el que sueña quiere saber qué se le oculta.

Crecen desde los huecos, desde los callejones,

desde la transparencia de las ventanas, desde

la trama, el argumento,

complicando la historia

ocupan las rendijas, los ojos de las tejas,

cruzan por las cornisas,

por los desagües bajan,

crecen en todas direcciones,

dispersando complican,

añaden, superponen, indagan desde dentro

lo que fuera no alcanzan, gigantesco

cuerpo vampiro que procura

saberse vivo por un tiempo,

saberse vivo por más tiempo,

saberse vivo tras la página

que le invita a crecer, denso, fluido y compacto,

urdiendo sus defensas

al tiempo que investigan la manera

de saber sin sufrir,

de ver sin ser vistos.

Le dije que no entendía por qué lo titulaba

Matar a Platón.