En una conferencia
pronunciada en la London School of Economics en octubre de 1999, Adam Michnik
señaló que todo el mundo se declara responsable del fin de la Guerra Fría:
Siempre que me pongo a pensar en este tema –por
qué fracasó el comunismo-- sé que en Washington todo el mundo está convencido
de que el fracaso del comunismo fue el resultado de la política americana.
¿Cómo si no...? Cuando estoy en el Vaticano, parece absolutamente claro que el
comunismo cayó como resultado de las actividades de la Santa Sede y Juan Pablo
II, nuestro papa... Cuando estoy en Asia, no tengo dudas de que el comunismo se
perdió en Afganistán, que fue exactamente allí donde la Unión Soviética se dio
de bruces. Y, cuando estoy en Moscú, me parece absolutamente evidente que el
comunismo fue derribado por los rusos, lo único que no tengo claro es si fue
Gorbachev o Yeltsin. Y, finalmente, los polacos sabemos y estamos convencidos
de que somos nosotros los que derribamos al comunismo, y que fuimos nosotros
quienes regalamos al mundo la liberación del comunismo.
El punto de partida de este libro
son los debates y el diálogo entre el movimiento de paz de Europa Occidental y
la oposición existente en Europa del Este en la década de 1980, en los que
estuve muy involucrada y que dejaron una huella duradera en mi visión política.
Aunque nosotros, en el movimiento pacifista, no nos considerábamos responsables
de la caída del comunismo, sentíamos que habíamos participado en ella y, en el
subsiguiente triunfo del neoliberalismo, nuestro papel quedó escrito en la
historia. Las ideas que desarrollamos en aquel momento y los esfuerzos que
hicimos para influir en el comportamiento de gobiernos e instituciones
internacionales afectaban tanto a la democratización y los derechos
humanos como a la paz y la seguridad internacional. En realidad,
creíamos que estos temas estaban profundamente relacionados, ya que la
organización de los estados para la guerra constituía una profunda limitación
de la democracia. La idea de un “movimiento transcontinental de ciudadanos”, en
palabras de E.P. Thompson, fue la génesis de la idea de sociedad civil global.
En consecuencia, otros y yo
intentamos poner en práctica estas ideas en la Asamblea de Ciudadanos de
Helsinki --una red de grupos e individuos cuyo objetivo era crear una sociedad
civil paneuropea--, y nos encontramos enfrentándonos a un mundo muy diferente.
Si la Guerra Fría de 1945-89 se vivió en realidad como una especie de paz,
aunque opresiva, ºla paz orwelliana de después de la Guerra Fría se vive en
realidad como una guerra, no sólo en los Balcanes y África, sino en los guetos
urbanos de las nuevas ciudades globales. Nos encontramos que la sociedad civil
global no sólo incluía grupos de derechos humanos y pacifistas como nosotros
sino también nuevos grupos nacionalistas y fundamentalistas y, al acercarnos a
1990, también un nuevo movimiento anticapitalista radical.