Jacques y su amo (Esenciales)

Escena 1

 

 

Jacques y su Amo entran en el escenario; dan unos pasos y Jacques dirige la mirada hacia los espectadores; Jacques se detiene...

 

JACQUES (discretamente): Señor... (Señala el público a su Amo:) ¿Por qué nos miran ésos?

 

EL AMO (se sobresalta y se ajusta el traje, como si temiese llamar la atención por una negligencia de su vestido): Haz como si no hubiera nadie.

 

JACQUES (al público): ¿No les molestaría mirar hacia otra parte? Bueno, pues, ¿qué es lo que quieren? ¿De dónde venimos? (Extiende el brazo hacia atrás:) De allá. ¿Y adónde vamos? (Con una sabiduría filosófica:) ¿Sabemos acaso adónde vamos? (Al público): ¿Lo saben ustedes adónde van?

 

EL AMO: Tengo miedo, Jacques, de saber adónde vamos.

 

JACQUES: ¿Tenéis miedo?

 

EL AMO (con tristeza): Sí. Pero no tengo intención de ponerte al corriente de mis tristes obligaciones.

 

JACQUES: Señor, ¡nunca sabemos adónde vamos, creedme! Pero, como decía mi capitán, está escrito allá arriba.

 

EL AMO: Y tenía razón...

 

JACQUES: ¡Que un mal rayo le parta a Justine y al innoble granero donde perdí mi virginidad!

 

EL AMO: ¿Por qué insultar a una mujer, Jacques?

 

JACQUES: Porque, cuando perdí mi virginidad, me emborraché. Mi padre, loco de rabia, me atizó una paliza. Pasaba por allí un regimiento, me alisto sin pensarlo, estalla una batalla, recibo un balazo en la rodilla. Lo cual, por otra parte, me arrastró a una retahíla de aventuras. Sin ese balazo, por ejemplo, creo que nunca me habría enamorado.

 

EL AMO: ¿Así que has estado enamorado? Nunca me habías hablado de ello.

 

JACQUES: ¡Hay muchas cosas de las que nunca os he hablado!

 

EL AMO: Bueno, ¿y cómo te enamoraste? ¡Cuéntamelo!

 

JACQUES: ¿Por dónde iba? Ah, sí, el balazo en la rodilla. Quedo enterrado bajo un montón de muertos y heridos. Me encontraron al día siguiente y me tiraron a una carreta. Destino, el hospital. La carretera era muy mala y yo rugía de dolor al menor bache. De pronto, nos detenemos. Pido permiso para bajar. Era al final de un pueblo, y ante la puerta de una casucha había una joven.

 

EL AMO: Ah, ya veo.

 

JACQUES: La joven entra en su casa, vuelve a salir con una botella de vino y me da de beber. Quieren volver a meterme en la carreta, pero yo me agarro a su falda. Después perdí el conocimiento y, cuando volví en mí estaba en su casa, rodeado de su marido y de sus hijos, y ella me ponía compresas.

 

EL AMO: ¡Marrano! Ya te veo venir...

 

JACQUES: No veis nada en absoluto.

 

EL AMO: ¡Ese hombre te acoge en su casa y así se lo agradeces!

 

JACQUES: Señor, ¿somos acaso dueños de nuestros actos? Mi capitán decía: todo lo que nos ocurre aquí abajo para bien o para mal está escrito allí arriba. ¿Conocéis, querido Amo, la manera de borrar lo que está escrito? ¿Es que puedo yo no ser? ¿Es que puedo yo ser otro? Si yo soy yo ¿puedo hacer otra cosa que lo que hago?

 

EL AMO: Hay algo que me fastidia: ¿acaso serás un marrano porque está escrito allá arriba? ¿O es que está escrito allá arriba porque sabían que eras un marrano? ¿Cuál es la causa y cuál el efecto?

 

JACQUES: No lo sé, Señor, pero no me tratéis de marrano.

 

EL AMO: Un hombre que le pone los cuernos a su bienhechor.

 

JACQUES: Y no llaméis bienhechor a ese hombre. Tendríais que haber visto cómo trataba a su mujer porque ella me compadecía.

 

EL AMO: Y hacía bien... Jacques, ¿cómo era ella? ¡Descríbemela!

 

JACQUES: ¿A la joven?

 

EL AMO: Sí.

 

JACQUES (después de un instante de vacilación): De estatura mediana...

 

EL AMO (no muy satisfecho): Hum...

 

JACQUES: Más bien alta que baja...

 

EL AMO (con un signo de cabeza aprobador): Más bien alta.

 

JACQUES: Sí.

 

EL AMO: Eso me gusta

 

JACQUES (con un gesto de las manos): Un hermoso pecho.