Este libro no es un manual de
teoría política en que se haya pretendido la imparcialidad y dar a cada opción
política un espacio igual que a las restantes. No: es una defensa del
liberalismo. El liberalismo es el protagonista indiscutible de la película teórica
que pretendo que vean; comparados con él, el republicanismo, el
multiculturalismo o el nacionalismo son actores de reparto, segundones más o
menos dignos. Esta «parcialidad» no obedece a otra cosa sino a la convicción
razonada del autor de que el liberalismo es la teoría más potente, con
diferencia, para entender el funcionamiento de las sociedades complejas y
multitudinarias en que nos desenvolvemos; también para entender cómo hemos
llegado a este tipo de sociedades y qué es lo que hace falta aún para
mejorarlas en términos netos, es
decir, aceptando que casi cualquier mejora en algo entraña alguna pérdida en
otro rasgo social también valioso.
Los
que crean que se puede tener todo lo bueno a la vez, que la utopía social es
posible, es hora de que vayan despertando de su sueño y en este libro
encontrarán estímulos abundantes para hacerlo, para ir por el mundo despiertos,
no adormecidos por los fáciles narcóticos de tanta retórica política
«ilusionante».
El
liberalismo del que sale fiador quien esto escribe no es el liberalismo más
habitual, y esto quizá conviene que lo advierta sin más tardanza. No es el
liberalismo del homo oeconomicus,
egoísta y racional, presente en los escritos de la escuela neoclásica de
economía, por ejemplo. En el libro se discuten con cierta profundidad las
posibilidades del altruismo y los límites de la racionalidad humana, y se
sientan, con ello, al menos los rudimentos de una antropología liberal
diferente de la más conocida (y ampliamente denostada por los antiliberales, entre
los que, si no dice lo contrario, presumo que se encuentra usted).
Cómo
no, haré un ejercicio continuado de persuasión para intentar convencerle de que
hay un liberalismo que hasta usted podría aceptar, a condición, eso sí, de que
no sea tan prejuicioso que se apantalle de entrada ante ideas que no son las
que habitualmente lee o escucha. En la Introducción («Cómo dejar de ser un
progre»), le convido amablemente a adoptar esta actitud más abierta y
receptiva; y a no confundir, como muchos hacen, el exceso de suspicacia con la
inteligencia.