La lectura
es una actividad intelectual que pone en movimiento todas nuestras facultades,
las intelectuales y las sensibles, y nos permite crear las realidades y los
acontecimientos que se narran y las ideas que se exponen en ella. Por la lectura
accedemos a un mundo que no es el nuestro, pero que reconocemos como propio
porque acontece en el sino de nuestra intimidad. La lectura es un acontecimiento
íntimo y solitario en el que ninguna presencia de la realidad se interpone
entre el lector y el libro. En la lectura el lector asiste y vive unos sucesos
que sólo pasan en el cerco de su intimidad.
Lo que es íntimo es lo que tiene
de incomunicable la existencia y la experiencia individual; la intimidad es la
particularidad específica de aquello nuestro que parece que se mantenga en el
umbral de la conciencia sin atreverse a cruzarlo. El espacio de la intimidad
está formado por las percepciones y las sensaciones que provoca el mundo de
fuera, por los sentimientos que suscita y por los recuerdos y las ideas que procura.
La intimidad representa la vida
interior y privada y, por extensión, la atmósfera que favorece su expansión.
Este espacio cerrado, preservado del mundo, es un mundo lleno, caótico,
pulsional, sin vida lógica. Es un mundo, el de la intimidad, construido por las
sensaciones y los recuerdos que van acumulándose y mezclándose en un magma
informe, donde lo que se piensa, se siente y se recuerda construyen una imagen
de la realidad que, a pesar de ser
suscitada por las sensaciones del mundo, es creada por el libre juego de la
memoria y de las facultades sensibles e intelectuales.
Agustín de Hipona describe la
intimidad de esta manera:
«Llego a los dominios del alma y a los amplios palacios de la memoria,
donde están los tesoros de las innombrables imágenes aportadas por las
percepciones polimorfas de los sentidos. Allí están guardadas todas las
representaciones que han captado nuestros sentidos y todos los otros datos que
están depositados allí, en la medida en que no los haya absorbido y enterrado
el olvido... ».
La intimidad es, como dice Agustín
de Hipona, el espacio donde uno recibe noticia del mundo y donde se crea la
imagen de la realidad. Es con la ayuda de nuestros sentidos y de nuestras
facultades como la intimidad construye las imágenes de las cosas percibidas. La
experiencia de la realidad sensible y la experiencia de la realidad que nos es
descrita en los libros entran en el amplio palacio de la memoria, porque las
dos realidades han sido captadas por nuestros sentidos. Pero a menudo sucede
que cuando nuestra intimidad se ve conmovida por la experiencia de la realidad
que ofrece la lectura, la imagen de la realidad en la que vivimos parece desvanecerse,
retirarse y casi olvidarse frente a esa otra realidad que emerge de los libros
y de la palabra escrita.
Por medio de la lectura podemos
conocer realidades ajenas, vivir experiencias que no hemos tenido, conocer
intimidades más profundamente que la nuestra; y creer que la vida y el orden de
las cosas podría ser de otra manera de como fue.
La lectura es un acto íntimo que
nos acerca y nos da a conocer otra intimidad y el secreto que ella guarda. Con
la lectura la intimidad del lector se identifica y se corresponde con la
intimidad del escritor y en el acto de la escritura.
Es lo que dice Marcel Proust en Le
Temps Retrouvé:
“Únicamente por el arte podemos salir de nosotros mismos, saber lo que
otro ve, de este universo que no es el mismo que el nuestro, cuyos paisajes
habrían continuado siendo para nosotros tan desconocidos como los que puede
haber en la luna. Gracias al arte, en lugar de ver un solo mundo, el nuestro,
lo vemos multiplicarse, y tenemos tantos mundos a nuestra disposición como
artistas originales hay, más diferentes los unos de los otros que los que giran
en el infinito.”
Por el arte de la literatura
podemos acceder a otros modos de representarnos el mundo, diferentes del
nuestro; podemos entrar en el secreto de otras intimidades y ampliar el dominio
de la nuestra, considerar el mundo desde un
punto de vista que, hasta el momento de la lectura, nos era desconocido
y conocer tantos mundos como escritores hayan expresado su intimidad con la escritura.
El lenguaje surge de la necesidad de expresar la intimidad que se recoge detrás de las percepciones, las sensaciones y los sentimientos de una forma caótica y pulsional. Es la expresión la que hace posible que la intimidad, aquel mundo caótico, pulsional, sin vida lógica, llegue a ser, gracias al lenguaje, ordenado, racional y comprensible.