Filiación
en lo que soy, lo valioso se me
dio como regalo. Logré otras cosas esforzándome, claro está, como cualquier
hijo de vecino. Fui poniendo un pie delante del otro para recorrer largos
trayectos, sucedieron encuentros que me transformaron, viví el paraíso de un
cuerpo acogido por otro cuerpo, compartí el viático, dije y me desdije, trimaté
la faena que no era capaz de rematar, escapé de asaltantes que a gusto me
hubieran desposeído del saquito de sal. Pero al lugar esencial no tuve que
llegar: si era accesible, es que ya estaba ahí.
Más que hijo de mis obras, soy
hijo de lo que se me regaló y sobrino de lo que me fue encomendado. Y –siempre–
mendigo de mi mejor saber.
Carlos Edmundo de Ory
Buscándoles las cosquillas a las
coincidencias asombrosas
Buscando la iluminación en el seco
tránsito de los insectos
Buscando el jardín umbrío en los
ombligos de las muchachas
Buscando el saber, un grano de
saber en las sigilosas elecciones del pájaro
Buscando el sentido en el zumo de
lo inesperado
Buscando lo no coincidente
Buscando
leche agria de la ambivalencia,
leche nutricia. Aquello que, a medida que se intensifica lo que es, está ya a
punto de ser su contrario.
Un sí que persistiera tras el
desvanecimiento del no. Un no cuya órbita no estuviera limitada por el campo
del sí. Desgastados anhelos de tantos talleres clandestinos...
Mira a ése de ahí, aquel que
desaparece tras la esquina: es quien lleva en el bolsillo la abeja de lo
imposible.
Flor de la narcosis, tentación
suma. Pero no se deja prender y sigue adelante.
La clave: no intentar conducirte a
ti mismo, sino conducir discretamente a aquello que te conduce. Lo atisbas sólo
con artes indirectas.
Para qué viajar lejos, si no se
toma uno el trabajo de intentar comprender lo extraño.
La clave está en dejar resonar. La
potencia de esas parejas de contrarios es tan fuerte, que desconfiarás de ella
como de todo poder.
En definitiva, lo que convoca es
estar dispuesto a la desaparición.
Tú sabes que no hay oro en las
muelas del alquimista: mamó con avidez la leche agria, pero no tuvo estómago
para digerirla.
ah, los expertos en valoraciones...
Averiguar el poco más del menos, calibrar el algo menos dentro del
insuficientemente más, volver a considerar la cuestión desde todos los ángulos,
enviar un chiste por correo electrónico a los miembros del grupo de trabajo, y
al final abstenerse de tomar ninguna decisión.
Conocimiento que sirviese al mismo
tiempo para la administración de prisiones y para la elaboración del yogur, ¿de
qué nos serviría?
En política, uno más uno es dos.
En poesía, uno más uno es infinito. Quien se arriesga a penetrar en esa bodega
fosforescente, borbollante de vapores y aromas que concentran toda la riqueza
del mundo, debe saberlo.
Pero la cuestión no fue nunca
mantener el equilibrio. De lo que se trataba era de restituir la savia a los
exhaustos, anhelantes tallos de la resurrección.