Ganas de hablar

De hablar que no me prive nadie, antes tendrán que cortarme la lengua como a las moras les cortan el gatillito del gusto. Pobrecitas.

Una herejía, eso ha dicho Purita Mansero. Así le entre un dolor que le deje leporinos los labios de la vagoneta. Porque ésa tiene vagoneta. Cuando le pique, nada de echarse un pellizco de cremita, como la del anuncio, tendrá que echarse una aceitera del tamaño de un camión cisterna. ¿Vaginesil? Aceite de engrasar turbinas tendrán que echarle a ésa con una manguera cuando le dé la piquina en el verigüé.

Qué calor hace, por Dios. Yo creo que el cambio climático la ha cogido conmigo personalmente, coño. Es que esto no tiene ni pies ni cabeza. ¿Qué día es hoy? ¿Veintidós? No, veintitrés. Estamos a veintitrés de marzo y hay que ver qué calor, Antonia.

Que ponerle mi nombre a esa calle es una herejía, eso me dicen que ha dicho Purita Mansero, fíjate. Hija de puta. ¿Tú cómo estás, reina? Uy, sudando la gota gorda, no me extraña, con esta calorina. Voy a acercarte un poquito el ventilador, sólo un ratito, que no se me olvide, no vayas a quedarte como el jilguero de la Florista, que se le congeló por dejar toda la noche la ventana abierta, eso dijo ella. Pues haberte puesto para dormir por lo menos una braguita, le dijo Pancho D'Acosta. Qué arte. Pero el jilguero era un jilguero de verdad, por Dios. Anda, deja que te seque un poco, si el sudor se enfría te puede entrar un pipijierve malísimo. A ver, así, mi vida, hoy estás requeteguapa, hoy tienes el guapo subido. Así me gusta, corazón, que sonrías.

Yo también debería estar más contento que un concejal de Urbanismo, Antonia, te traigo una noticia fenomenal. Por fin han dicho que sí, Antonia, por fin, me ha llamado deseguida el niño de la Batea para decírmelo. Cigala, me ha dicho, la calle es tuya. Ya ves, Antonia, tu hermano Cigala va a tener en este pueblo una calle con su nombre. Yo, con una calle como el alcalde don Manuel Cantero, o como el padre Jerónimo, o como el poeta Francisco Llorente, el que ganó la Flor Natural el año que tú fuiste Dama del Guadalquivir, ¿te acuerdas del escándalo?, y luego ya lo dejaron de Mantenedor a perpetuidad, al poeta, digo, no al escándalo. Ya sabes todo lo que ponen en la placa de la calle de don Francisco Llorente, una exageración. Me lo sé de memoria. Es que, hija, una cosa así, o alguien se la aprende de memoria o es un desperdicio. ¿Y el chufleo que se traen todavía las Chititi a costa de la plaquita? Cada dos por tres me lo piden, anda, Cigala, dinos lo que pone la placa de la calle del poeta Francisco Llorente. Mientras yo les hago las manos, a una después de otra, naturalmente, no paran de cotorrear, pero, si el cotorreo se les va quedando lacio, entonces van y me lo piden. Y yo les recito de memoria la perorata de la placa y ellas se hacen pipí de tanto reírse, eso dicen, una detrás de otra, nunca las tres a las vez, ay, que me hago pipí, ay, que me hago pipí, ay, que me hago pipí. Un día ya verás, voy a darles el gusto de que se hagan de verdad pipí a mi costa.

¿Estás cómoda, reina? Voy a sentarme un poco contigo. Voy a bajar un poquito el chorro del ventilador. Así. Tienes que estar como una rosa para cuando inauguren mi calle, ¿eh?, no te me vayas a poner chuchurría por un enfriamiento. Ya me ocuparé yo de que en la placa de mi calle ponga una cosa sencillita y con clase, me lo tengo que pensar. Seguro que el niño de la Batea me deja. Si me ha dejado elegir la calle, que por lo visto eso está prohibidísimo por el protocolo o por lo que sea, ¿cómo no me va a dejar poner en la placa lo que a mí me salga del imperdible? Cariño, voy a ponerme cómodo yo también. Hay que ver lo que es el calentamiento climático, por Dios, estamos todavía a veintitrés de marzo, y son ya las ocho de la tarde, y como si fuera Santiago Apóstol a mediodía. ¿Estás bien? A ver, que no se te enfríe el sudor en el canalillo. Si empiezas a tener frío me lo dices, ¿eh?, tú no vayas a aguantarte, que te conozco, y me conozco y se me puede ir el santo a Pernambuco, que llevo yo unos días con la cabeza medio cambemba. Un poquito tarde se me ha hecho, es verdad. Uy, por Dios, tardísimo. Para mí que eran las ocho y son casi las nueve. La señorita Paquita tuvo el detalle de regalarme este reloj, ya sabes. El martes pasado fui a hacerle las manos y no lo llevaba, no caí en la cuenta, las cosas como son, y a ella le faltó tiempo para preguntarme si es que no me había gustado el regalo que me hizo. Yo le dije que me lo estaban ajustando, que la correa me veía un poquito grande, aunque la verdad es que me venía un poquito chica, pero tampoco es cosa de ir por ahí reconociendo que uno es ancho de muñeca, qué ordinariez. El que seamos hijos de Rafael el Ostionero y de María la Chíchara, y a mucha honra, no quiere decir que tengamos que ser anchos de muñeca, Antonia. Tú misma tienes un primor de muñecas, a ti sí que te habría quedado como una faja a un muergo la correa del reloj. La Chelo se encargó de elegirlo, por lo visto. La Chelo es muy moderna, demasiado moderna para su edad, algunas se piensan ahora que se les nota menos camastronas y menos arrevenías si van por ahí derrochando modernidades. Buenísima, eso sí, la Chelo es un pedazo de pan, no hay más que ver cómo se porta con la señorita Paquita, y no creo que sea por el interés, como dice la Florista, que a mí me parece que doña Paquita tiene cuarto y mitad de lo justo para ir tirando. A lo mejor es porque cada uno se busca el gusto donde puede, eso no digo que no. Hay quien le da al gusto pintando acuarelas, que ahora a todo el mundo le ha dado por pintar acuarelas, qué plaga. Ahora vas a cualquier casa y la señora está pintando acuarelas. O haciendo misericordia, como la Chelo, y a lo mejor en la misericordia se encuentra el gusto. Bien que hace. Y el caso es que a la señorita Paquita le ha caído una bendición con una sobrina como la Chelo, y eso que es sobrina segunda, y a ti te ha caído una bendición conmigo, reina mora. Y a mí contigo, claro que sí. Ay, déjame que te dé un beso, que todavía eres lo más bonito que hay en La Algaida. Yo creo que ya te has refrescado bastante, ¿no? Tienes la carita seca y fresquita, voy a apagar un rato el ventilador.

No te agobies, corazón, es un momentito. El tiempo justo de ponerme cómodo y hacer una tortilla francesa de dos huevos para los dos, que hoy es martes y podemos cenar una tortillita francesa, con lo que te gusta. Bueno, media tortillita francesa, que ya sabes lo que dice don Carlos Montanelli, el hijo del don Carlos Montanelli de toda la vida, que en paz descanse. Dice que no hay que abusar de los huevos. Una tortillita francesa dos veces por semana, y un flan de huevo, o un tocinito de cielo, una vez al mes. Este año voy a llevar la cuenta como Fermín el ditero, que no se le despistaba una, ¿te acuerdas?, lo voy a llevar todo requetebién apuntado, el tocinito de cielo de marzo te lo tomaste la semana pasada. Así que hoy vamos a cenar media tortillita francesa, pero de dos huevos, eso sí, tampoco vamos a hacerle un caso acérrimo a don Carlos Montanelli, por muy hijo de don Carlos Montanelli que sea. Anda, reina, sonríe, que me gusta verte contenta. Vuelvo y te cuento bien lo de la calle.