Al margen de Europa

Al margen de Europa no es un libro acerca de la región del mundo que denominamos «Europa». Esa Europa, podría decirse, ya ha sido convertida en provincia por la historia misma. Hace tiempo que los historiadores han admitido que hacia mediados del siglo xx la denominada «edad europea» de la historia moderna comenzó a ceder sitio a otras configuraciones globales y regionales. No se considera ya que la historia europea encarne algo así como la «historia humana universal». Ningún pensador occidental de peso, por ejemplo, ha compartido públicamente la «vulgarización del historicismo hegeliano» de Francis Fukuyama, que consideraba la caída del muro de Berlín el final común de la historia de todos los seres humanos. El contraste con el pasado parece agudizarse cuando recordamos la prudente pero calurosa nota de aprobación con la que Kant percibió en su momento en la Revolución Francesa una «disposición moral en la raza humana» o con la que Hegel vio en la importancia de ese acontecimiento el imprimátur del «espíritu del mundo».

Mi formación es la de un historiador del Asia meridional moderna; ésta conforma mi archivo y contituye mi objeto de análisis. La Europa que intento provincializar y descentrar es una figura imaginaria que permanece profundamente arraigada en formas estereotipadas y cómodas de algunos hábitos del pensamiento cotidiano, las cuales subyacen invariablemente a ciertos intentos en las ciencias sociales de abordar asuntos de modernidad política en Asia meridional. El fenómeno de la «modernidad política» –en concreto, del dominio ejercido por las instituciones modernas del Estado, la burocracia y las empresas capitalistas– no puede concebirse de ninguna manera a escala mundial sin tener en cuenta ciertos conceptos y categorías, cuyas genealogías hunden sus raíces en las tradiciones intelectuales, incluso teológicas, de Europa. Conceptos como los de ciudadanía, estado, sociedad civil, esfera pública, derechos humanos, igualdad ante la ley, individuo, la distinción entre lo público y lo privado, las idea de sujeto, democracia, soberanía popular, justicia social, racionalidad científica, etcétera, cargan con el peso del pensamiento y la historia de Europa. Sencillamente no se puede pensar en la modernidad política sin éstos y otros conceptos relacionados que alcanzaron su punto culminante en el curso de la Ilustración y el siglo xix europeos.