Aureliano Urrutia. Del crimen político al exilio

Introducción

 

 

Desde pequeña supe que mi abuelo había desempeñado un papel dentro de la Revolución Mexicana pero también que, por alguna razón, no podía vivir en este país. Conforme fui creciendo y debido a una innata curiosidad que me llevó a estudiar historia, entendí muchas cosas, pero preferí no preguntar: opté por revisar en silencio las fotografías que de él aparecían en los libros de Gustavo Casasola.

Cuando nació mi padre, Ángel Urrutia Tazzer, su papá ya contaba con 52 años de edad. Era el primer hijo de su segundo matrimonio. Por lo tanto, cuando yo nací, mi abuelo tenía 83 años y al haber residido siempre en Guadalajara, México, poco o casi nada sabía sobre este personaje legendario, con la excepción de algunos relatos que de pronto escuchaba en casa. Después, siendo ya un poco mayor, comenzaron los viajes a San Antonio, Texas, a visitar al abuelo. ¿Siete, ocho viajes? No fueron más las veces que lo vi. Incluso estuve en San Antonio en julio de 1975, un mes antes de su muerte, pero ya era imposible hablar con él, debido a su deteriorado estado de salud. Nunca llegué realmente a conocerlo.

Mi abuela Catalina no emitía palabra alguna sobre su ex marido. Su elocuente silencio lo decía todo. Protagonista de uno de los primeros y más escandalosos divorcios oficiales en México, esta mujer de origen italiano abandonó al doctor Urrutia en San Antonio al nacer Óscar, su cuarto hijo, y prefirió cuidar de su familia lejos de su cónyuge, quien le llevaba más de treinta años. Si bien se percibía que no le gustaba el tema del doctor Urrutia, no profirió nunca enfrente de mí o de mis hermanos palabras de odio o desprecio hacia él.

Cuando mi padre hablaba de mi abuelo lo hacía con admiración, pero también con indiferencia. Contaba en casa historias que parecían sacadas de su prodigiosa imaginación, pero que luego resultaban ser ciertas. Con un tono sarcástico, impregnado quizá de la nostalgia del padre que nunca tuvo, narraba las vicisitudes de la vida de Aureliano Urrutia. Al parecer, fui yo quien puso mayor atención a sus relatos, por lo que poco a poco comenzó a mostrarme documentación y cartas de su padre. Eso hizo que llegara a conocerlo más que mis hermanos. Sin embargo, jamás imaginé que escribiría algo sobre mi abuelo. Casi tres décadas después de su muerte decidí, por razones que aún no me quedan muy claras, relatar su biografía, tomando el riesgo que representa escribir sobre un miembro de la familia.

Soy consciente de que no es fácil narrar una historia que ya se ha contado de otras formas y que está incrustada dentro de la vasta bibliografía de la Revolución Mexicana. Pero también siento que existen nuevas formas de narrar el pasado, a partir de la metodología, con un marco teórico alternativo, utilizando la historia oral y las fuentes que se encuentran en archivos de la familia.

Al abordar este tema no pretendo en ningún momento hacer un trabajo apologético sobre mi abuelo. Sé que no se puede modificar una historia que tiene más de ochenta años escrita y que, aunque esta averiguación arrojara una luz nueva sobre los hechos, no se podría alterar la visión que ya se tiene de ellos. No es ésa mi intención. He dedicado mi vida a la enseñanza de la historia, pero siempre me he inclinado más por la investigación. Por lo mismo, decidí retomar los estudios, ingresar a la maestría e iniciarme de lleno en la escritura. Al tener la suerte de poder acceder a documentación no antes revisada, ya que se encuentra en posesión de la familia, he considerado que sería interesante darla a conocer y adentrarme en la historiografía de la Revolución Mexicana.

La vida del doctor Aureliano Urrutia Sandoval es muy compleja y polémica, por lo que resulta interesante su investigación. De origen indígena y escasos recursos, estudió la carrera de Medicina en la Universidad Nacional. Casado cinco veces, viudo, divorciado y padre de 18 hijos, a través de sus éxitos profesionales logró integrarse a la elite porfirista. Fundó el Sanatorio Urrutia en Coyoacán y ocupó la dirección de la Facultad de Medicina durante la presidencia de Francisco I. Madero. Posteriormente colaboró en el gabinete del presidente Victoriano Huerta como ministro de Gobernación, de junio a septiembre de 1913. Durante esos tres meses fueron asesinados varios opositores al régimen de Huerta, razón por la que el doctor Urrutia es señalado por la historiografía de la Revolución Mexicana como copartícipe de los crímenes. Más adelante abandonó el país rumbo al exilio, y permaneció el resto de su vida en San Antonio, Texas, donde continuó ejerciendo con éxito su profesión, al ser el primer médico en el mundo que separó unas siamesas en el año de 1917.

En el ramo de la Medicina, las aportaciones científicas de Aureliano Urrutia fueron reconocidas en Estados Unidos, mientras que en México aquellos que lo recuerdan asocian su nombre con los asesinatos que se cometieron durante el periodo en que fungió como ministro de Gobernación. Por lo tanto, mediante una revisión detallada, me propongo realizar un trabajo sobre su vida que ofrezca un enfoque global, integrador, que permita conocer sus actividades como político inmerso en el proceso revolucionario, pero también como médico y como padre de familia. Abordar la historia de un hombre tan polifacético como mi abuelo permitirá conocer muchos aspectos de la sociedad mexicana antes y durante la Revolución, como también las actividades de aquellos que vivieron en el destierro, y de las que poco se ha escrito.

Conforme fui penetrando en el tema me di cuenta de cómo una biografía puede aportar datos importantes sobre toda una época. Debido a la longevidad del personaje que elegí y a la intensidad de su vida, fui descubriendo temas importantes que me hicieron adentrarme en el periodo de Porfirio Díaz y reconocer a los hombres de su tiempo. Resultó interesante ver el crecimiento de elites de facultativos en el México porfirista; cómo colaboraron estos grupos, educados en el positivismo, con Victoriano Huerta, y cómo gran parte de estos personajes, al reconocerse como perdedores ante los constitucionalistas, abandonó México rumbo al exilio y dejó en otros lugares un gran legado.

En su libro Los estratos del tiempo: estudios sobre la historia,1 Reinhart Koselleck plantea una interesante hipótesis en torno a la historia escrita por los vencidos; aquellos a quienes las cosas les salieron distintas de lo que esperaban y entraron en una necesidad justificativa de dilucidar por qué todo había sucedido de otra manera. Afirma el autor que los avances en el conocimiento de la historia, a largo plazo, se deben a los vencidos, pues asimilando las derrotas se pueden obtener conocimientos de ellas. «Así se explican numerosas innovaciones metodológicas e interpretaciones novedosas de la historia, tras las que están derrotas completamente personales y modificaciones de las experiencias específicas de una generación.»2 La historia del doctor Urrutia despunta de nuevo en el destierro, después de la caída del régimen de Huerta, a partir del deseo inmenso de que las cosas hubieran sucedido de manera distinta. Esto lo demuestra en las conferencias de prensa que otorgó desde su nuevo lugar de residencia.

Lo dicho por Koselleck me dio mucho que pensar, pues al ir realizando la investigación me percaté de que si bien era cierto mucho de lo que se decía sobre el vituperado general Huerta, muchas cosas se habían escrito sin un concienzudo trabajo de archivo, o bien creando metáforas que con el tiempo se convirtieron en mitos que hoy forman parte de la historiografía mexicana.

A lo largo de la historia se ha utilizado el mito para diversos fines o intenciones y para justificar los sacrificios humanos, las dominaciones y las guerras. Por lo tanto, al mito habrá que reconocer la función de ofrecer sentido a las diferentes actividades humanas.

Esta investigación busca dar a conocer la vida completa del doctor Urrutia y analizar los motivos por los que se vio envuelto en el proceso revolucionario y en el sentido original del mito histórico que lo involucró en el crimen de Belisario Domínguez (que es el que más se menciona).3 Además, se estudian las causas de su amistad y admiración por Huerta y las razones por las que su historia política lo condujo a vivir en el exilio, a pesar de su exitosa vida científica. Se cuestiona el porqué la personalidad de este controvertido médico lo arrastró a ser reconocido más como un traidor que como un destacado científico, y cómo después de estos desafortunados sucesos se reintegró, en el destierro, a su profesión original.

Los últimos capítulos de este trabajo constituyen un análisis sobre uno de los fenómenos más importantes del siglo xx: el exilio. Este fenómeno ha sido un punto clave para reflexiones que llevan a la observación de los individuos, las identidades culturales y problemas de nacionalismo, racismo y guerra. Es importante descubrir lo relacionado con el desplazamiento forzado de individuos que abandonan sus lugares de origen, ya que experimentan tanto un nuevo estado físico como mental, que incluye la pérdida de las tradiciones de la patria, así como la ganancia de nuevas experiencias, ideas y lenguas. Algunos de los exiliados exploran incluso un mundo nuevo lleno de creatividad que los estimula a sobresalir en la patria adoptada. Muchos anhelan el regreso, pero lo sustituyen con un acelerado impulso por sobresalir en sus nuevos destinos. Una gran parte ya no regresa, pero idealiza la tierra perdida en documentos, libros, poemas o en la forma misma de desarrollar el trabajo.

El principal problema con el que me enfrenté fue el de mi relación familiar con el biografiado. Sin embargo, a partir de las lecturas relacionadas con el tema, principalmente de Paul Thompson, llegué a la conclusión de que era necesario que la familia participara contando esta historia y abordé el asunto a partir de los relatos de personas que lo conocieron (principalmente familiares directos), como una forma de recuperar la memoria colectiva cuyas características específicas en las sociedades occidentales rara vez han sido examinadas.4

Éste es, por lo tanto, el relato de una de las historias que he escuchado desde niña, llevado al plano de la investigación histórica, y a pesar de que el esfuerzo ha implicado escarbar en mi propio pasado.