Soñé que era Jesucristo y
la besaba a usted.
Soñé que era Jesucristo y la besaba apasionadamente.
Besos mesiánicos, salvadores; besos en sus manos y
sus pies.
Soñé que era Jesucristo y buscaba sus labios para
besarla una vez tras otra.
Soñé que caminaba sobre agua, que tenía seguidores,
que los romanos se impacientaban conmigo, que multiplicaba el pan, que me
dejaba crecer el cabello, que me paraba encima de un monte y contaba parábolas
y sonreía y me enojaba.
Y lo hacía todo por usted.
Tenía prisa de acabar con la misión que me habían
encomendado. Todas esas responsabilidades me alejaban de su bendita presencia.
Me sentía recién casado en ese sueño. Le hablaba por
teléfono cada hora, anhelaba un futuro repleto de hijos y nietos, lo imaginaba
colmado de delicias.
Era un Cristo enamorado, un Cristo feliz.