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El
viaje
Al
recibir la noticia de su muerte –se dijo el inquiridor–, un miembro del partido
político clandestino al que pertenecía le escribió a la comisión ejecutiva:
«Dada la actividad del infortunado compañero Martín-Santos, no podemos dejar de
pensar en la eventualidad de que el accidente haya podido ser provocado por la
intervención de acciones ajenas, de enemigos nuestros».1 Pocos, sin embargo, creyeron en la
fantástica hipótesis del atentado.
«El
psiquiatra vasco Luis Martín-Santos», afirma, aún en 2006, el periodista Martín
Prieto, «escribió su novela Tiempo de
silencio en los años más oxidados del
franquismo, antes de suicidarse con su automóvil afligido por la muerte de su
esposa. Tiempo de silencio es un retrato al carbón del
obtuso caldo de cerebro que se extendía entonces y no se salva de crueles
descripciones ni Ortega y Gasset y sus conferencias de cretona para señoras
aleladas. Si Martín-Santos hubiera dirigido
«¡Oye!
Ese amigo tuyo, se suicidó, ¿verdad?» Durante años me lo han preguntado muchas
veces –dijo el cineasta–. Era un rumor que estaba en el ambiente. «¡Que no,
hombre, que no! Se dio un leñazo en coche con su padre y con un amigo.»
¿Quién
se suicida con su padre y un amigo de la familia? Porque, para eso, mejor se
mata conmigo y con Rafa, que eso sí que habría sido complicidad, un auténtico
final lírico-existencialista, pero no con su padre. Rafa y yo habíamos quedado
con él aquel día para ir juntos en coche a San Sebastián, nunca supimos por qué
nos dejó plantados. ¡Joder! ¡Ni suicidio ni hostias! Desde entonces siempre lo
he repetido. Pero me lo han preguntado muchas veces, a lo largo de los años.
Ahora ya no.
Yo
cenaba con Luis y con una cuadrilla todos los martes en Cañones, que era una
sociedad de
Fue la
última vez que lo vi, en
–Javier,
este fin de semana no estaré, me voy a ver las piedras doradas de Salamanca.
Y era cierto que iba a Salamanca, pero no a ver
piedras doradas. ¿Sabes a lo que iba? A vender las tierras que le quedaban a su
padre y emplear el dinero para construir viviendas en la finca donde tenían la
clínica privada. En aquel momento él se apegaba a