Romanticismo

La «escuela romántica» recibió esta denominación hacia el año 1800. Se entiende con semejante nombre el movimiento congregado en torno a los hermanos Schlegel, que tomó conciencia de sí y a veces cuerpo doctrinal en su revista Athenäum, de duración tan breve como vehemente. Se denomina así la llamarada especulativa que se enciende con el comienzo filosófico de Fichte y Schelling; también lo que fascinó en las tempranas narraciones de Tieck y Wackenroder como añoranza del pasado y sentido renacido de lo prodigioso o la inclinación a la noche y a la mística poética en Novalis. La escuela romántica es ese sentimiento propio de un nuevo comienzo, el espíritu alado de una nueva generación que salió a la luz preñada de pensamientos y a la vez con ánimo juguetón, dispuesta a llevar el temple de la revolución al mundo del espíritu y de la poesía. Ahora bien, es evidente que todo ese movimiento tiene una prehistoria, un comienzo antes del comienzo.

Las jóvenes promesas, que no andaban faltas de arrogancia, querían establecer un nuevo principio, pero también dieron continuidad a lo que una generación anterior inició con el lema de Sturm und Drang (tormenta e ímpetu). Johann Gottfried Herder, el Rousseau alemán, había dado el impulso para ello. En consecuencia, podemos decir que la historia del Romanticismo alemán comienza en el año 1769, en el momento en que Herder se hizo a la mar para viajar a Francia, tras emprender una precipitada travesía, a la manera de un fugitivo, harto de la vida opresiva de Riga, donde el joven predicador tenía que discutir con los ortodoxos y verse envuelto en enojosas contiendas literarias. En el trayecto se le ocurren ideas que le darán alas y que se las darán también a otros.

Así pues, Herder se hace a la mar. Comienza aquí nuestro viaje tras las huellas del Romanticismo y de lo romántico en la cultura alemana, un viaje que nos conducirá a Berlín, a Jena, a Dresde, donde los románticos instalaron sus cuarteles generales y donde dispararon los fuegos artificiales de sus ideas; donde soñaron, criticaron y fantasearon. La época del Romanticismo en sentido estricto termina con Eichendorff y E.T.A. Hoffmann, artistas románticos del desencadenamiento y, sin embargo, atados bajo otros aspectos. El primero era un buen católico y consejero gubernamental; el segundo, un consejero liberal del tribunal imperial. Ambos compaginaban una existencia doble, no fijada a lo romántico. Era una forma de Romanticismo prudente y llevadera.

Este libro trata del Romanticismo y de lo romántico. El Romanticismo es una época. Lo romántico es una actitud del espíritu que no se circunscribe a una época. Ciertamente halló su perfecta expresión en el periodo del Romanticismo, pero no se limita a él.