Gide, André
CIENCIAS SOCIALES (NF). Sociología
Enero 1996 Marginales M 144 ISBN: 978-84-7223-933-3 248 pág. 12,02 € (IVA no incluido) |
SINOPSIS
Hoy, cuando en medio mundo se vive ya en un Estado de
derecho, estamos empezando a comprobar cuán complejo, espinoso y delicado es el
ejercicio de la Justicia. En particular, cuando los medios de comunicación se
han erigido en mentores a la vez de la Justicia y de la opinión pública y
cuando está a punto de ponerse finalmente en práctica entre nosotros la Ley del Jurado, que, como en toda
democracia que se precie, compromete al ciudadano a enfrentarse con la
responsabilidad de determinar la culpabilidad o la inocencia de un ser humano.
No pueden ser, pues, más oportunas estas reflexiones de un
escritor de la talla de André Gide
(1869-1951), Premio Nobel de Literatura en
1947, que fue jurado en un tribunal y que, preocupado por los problemas que
genera la Justicia, creó en su momento una célebre colección, titulada como
este libro, que reunía y analizaba casos que de pronto escapaban a las reglas
de la psicología tradicional y desconcertaban a la Justicia. No juzguéis sigue siendo hoy una referencia inestimable para guiarnos en
el laberinto de argumentos y sentimientos contradictorios a la hora de tener
que emitir un juicio en público o en privado.
Esta edición de No
juzguéis, publicado por primera vez en 1930, se basa en la edición francesa definitiva de 1957, compuesta de los
siguientes textos: «Recuerdos de la
Audiencia», «El caso Redureau»,
«La secuestrada de Poitiers» y «Sucesos». El primer texto es fruto de
sus impresiones durante los doce días en que Gide fue jurado en el tribunal de Ruán. Le siguen dos casos
espeluznantes, como cualquiera de los que continúan ocurriendo hoy en día, que,
a principios de siglo, habían conmocionado a toda Francia y que Gide nos cuenta con envidiable lucidez
en toda su atroz complejidad: «El caso
Redureau», el de un niño dócil y amable que mata a toda su familia y a una
criada, y «La secuestrada de Poitiers», el caso de Mélanie Bastian, encerrada durante veinticinco años en un cuarto
sórdido, en la más completa oscuridad y rodeada de basura, por su madre, una
viuda muy bien vista por su entorno. «Sucesos»
describe otros casos que ilustran por qué Gide
escribió: «Ahora sé que es muy distinto hacer justicia y ayudar a hacerla
uno mismo... No estoy seguro de que una sociedad pueda pasar sin tribunales y
sin jueces, pero pude sentir con profunda angustia hasta qué punto la justicia
humana es dudosa y precaria».
Hace mucho años, habíamos publicado ya, en tomos separados y en la Serie Cotidiana dirigida por Ricardo Muñoz Suay, dos pequeños tomos, La secuestrada de Poitiers (Cuadernos Infimos 6, 1969) y El caso del inocente niño asesino (El caso Redureau) (Cuadernos Infimos 25, 1971). De Gide también tradujimos en 1971 El regreso del hijo pródigo (Marginales 19) y, más recientemente, la espléndida antología de Montaigne, titulada Páginas inmortales (Marginales 125).
Nació en 1869 en París, ciudad donde murió en 1957. Su obra refleja todas las contradicciones de la ética y la estética contemporáneas. Tras unos inicios poéticos enraizados en el simbolismo, publica en 1897 Los alimentos terrestres, un decidido ajuste de cuentas con el puritanismo familiar y una exaltación de todos los goces carnales. A ella seguirán obras como El inmoralista (1902), Los sótanos del Vaticano (1914), Los monederos falsos (1925) o el celebérrimo Diario. Decepcionado por la impronta que el capitalismo imponía a las colonias, pero también por el curso que tomó la URSS en los años treinta (y que describió en sus famosos libros de viaje por África y la Unión Soviética), André Gide fue adoptando hacia el final de su vida una actitud de corte goethiano cuyo olímpico desdén no dejó de granjearle la crítica de autores más comprometidos. Obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1947.