George Orwell llegó a Barcelona en las navidades
de 1936, dispuesto a luchar
contra el fascismo. Encontró
una ciudad en plena revolución
e ilusionada ante el futuro, y acabó enrolado en la milicia del poum. Destinado
durante cuatro meses al frente de Aragón, donde reinaba una desesperante inactividad, regresó por unos días a Barcelona. Allí, tras ser testigo del conflicto entre los anarquistas y las fuerzas del orden, las famosas Jornadas de Barcelona de mayo de
1937, que consolidaron el poder de los comunistas, escapó de milagro a la dura persecución sufrida por el poum
después de su ilegalización.
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