Aurelia, una joven que vive en un pueblo del interior, decide de pronto no volver a levantarse de su cama. No está enferma ni parece afectada por desgracia alguna. Las hermanas lo aceptan con la misma resignación que encarnan su destino de solteronas tras la muerte temprana de sus padres. Intrigados, los pobladores convienen en que se trata de un desengaño amoroso. Mientras el tiempo fluye de manera solapada, el pueblo entero parece latir a través de la conciencia de Aurelia, quien recibe a todos desde su lecho y se entretiene en ensoñaciones o inventando epitafios para muertos reales o imaginarios.
Iluminada y perfecta, La cama de Aurelia invierte el tópico del pueblo de provincias como infierno claustrofóbico. Y, en belleza de su misterio intacto, Calveyra despliega las dotes de un escritor excepcional
Arnaldo Calveyra
nació en Mansilla, Entre Ríos, en 1929 y se lincenció en Letras en la Universidad de La Plata. En 1961 viajó a París con una beca del gobierno francés para escribir una tesis sobre los trovadores provenzales. Desde entonces, vive allí, dedicado a la docencia, la traducción y la literatura. Es autor de notables libros de poesía como Cartas para que las alegrías, Iguana, iguana y El hombre del Luxemburgo (Tusquets, Nuevos textos sagrados, 161) ; el volumen de relatos Los orígenes de la luz —publicado en francés pero inédito en español, al igual que muchos de sus libros— y varias obras de teatro. Aún poco conocida en la Argentina, su obra goza de un gran reconocimiento en Francia