Como el carro de Tespis, la Escuela del dolor humano surgió de un personaje mítico: Lin Pao,
autor de obras teatrales e inventor –trescientos años antes de los
daguerrotipos- de un juego de espejos
capaz de fijar la imagen, como en
una fotografía. Para fijar el momento se elige el instante, mudo y preciso, del dolor; cada imagen se desarrolla
en una obrilla teatral que busca dar sentido a una opresión constante. Cuando
el Estado vuelve irrespirable el ambiente, los individuos enmudecidos por la
historia se las ingenian para dar cabida a formas
populares y espontáneas de la catarsis. Surgen escuelas populares que
mezclan imágenes clásicas con acontecimientos actuales, sin distinción de época
ni noción histórica alguna: la crueldad en la plaza pública de la china
imperial se transforma en una equipo invencible de voleibol; la prohibición
reciente de tener más de dos hijos halla su transfiguración en una luminosa
parvada de hombres pájaro; una mujer
desnuda bajo cuya responsabilidad queda el destino
de los infantes; la luz surge de los pies del padre y los aparatos
ortopédicos cuando adquieren la seductora belleza del maquillaje para el
embellecimiento del hijo y, en resumen, la noticia de que , como dijo Lin Pao, el dolor es un instante; su permanencia,
una representación.
Mario Bellatin nació en México en 1960 y estudió
cinematografía en Cuba. Por circunstancias personales, se trasladó a Perú,
donde dio a conocer su obra literaria, que obtuvo una amplia difusión y varias
de sus novelas fueron llevadas a la escena. Tras fijar de nuevo su residencia
en México, la crítica de su país tampoco ha escatimado elogios a este singular
y arriesgado narrador. Es autor de las novelas cortas Mujeres de sal (1986), Canon
perpetuo (1993), Efecto invernadero (1996),
Damas chinas (1998) y Poeta
ciego, publicada por Tusquets
México en 1998. Los cálidos elogios y la buena acogida de público que
mereció en 1999 Salón de belleza ya habían sido precedidos por el
reconocimiento de Alfredo Bryce
Echenique, quien señaló que sus novelas, «funcionan siempre, son eficaces y
sobrias».