«Siempre he considerado que la filosofía no debe ser algo
intelectual, sino algo que sale de nuestra sensibilidad», solía decir el gran
escritor polaco Witold Gombrowicz,
autor de novelas ya convertidas en mito como Ferdydurke, Pornografía o
Cosmos, además de Transatlántico y Los poseídos. En 1969, ya muy enfermo y obsesionado con la idea de
acabar de una vez, pensaba cada vez con mayor frecuencia en el suicidio. Su
mujer, Rita, y un joven admirador, Dominique de Roux, hoy un prestigioso
ensayista y novelista, le pidieron a Gombrowicz
que les diera clases de filosofía con el fin de sumergirle en la única materia
que siempre le había apasionado.
Aquellos apuntes son los que, reunidos por sus «alumnos»,
han dado lugar a este Curso de filosofía en seis horas y cuarto,
un repaso de los principales sistemas de pensamiento moderno desde Kant y a la
vez la afirmación de su propio credo filosófico: el arraigo de una filosofía en
la existencia concreta. Un sistema de pensamiento no vale si no puede deducirse
de convicciones arraigadas en lo real o en la experiencia sensible, lo cual
equivale a afirmar que una filosofía que
no ayude a vivir no merece ni una hora de atención.
Tal vez por eso comience así su Prólogo la escritora Cristina Fernández Cubas: «Nadie podría adivinar que tras estas seis horas y cuarto que nos aguardan se oculta un hombre deshauciado». Y ella lo sabe bien, ya que, por su temprana dedicación a la lectura de Gombrowicz, terminó por convertirse en una auténtica especialista, llamada incluso recientemente a Varsovia para un simposio sobre su obra.
Witold Gombrowicz nació Moloszyce, Polonia, en 1904 y falleció en Vence, Francia, en 1969. Tras cursar estudios de filosofía en París (1927-1929) y escribir un primer libro de cuentos, publicó en 1933 Ferdydurke, la novela que le dio a conocer. El estallido de la segunda guerra mundial le sorprendió durante un viaje a Argentina, donde permaneció veintitrés años. De nuevo en Europa en 1963, vivió algún tiempo en Berlín y, tras conocer al año siguiente a su mujer, la canadiense Marie-Rita Labrosse, se instala en el sur de Francia. Por entonces su obra ya era conocida entre los lectores más exigentes del mundo entero. Escribió las cinco novelas ya mencionadas, tres obras de teatro, un libro de cuentos, Bakakaï (Marginales 87), y las ya célebres casi setecientas páginas de sus Diarios.