Andy Warhol, uno de los artistas que conmocionaron el arte contemporáneo a principios de los años sesenta y cuyos cuadros se encuentran hoy entre los más cotizados, vivió sumergido en su tiempo, una época que observó con la misma mirada indagadora y crítica con la que plasmó irónicamente sus mitos en telas y objetos. Con la ayuda de la A (Andy, se supone) y de B, que «es cualquiera que me ayude a matar el tiempo» y a quien A puede llamar por teléfono durante horas para chismorrear y hablarle del amor, el éxito, el dinero, la belleza, la muerte, la vejez, el trabajo, las fiestas, la gente famosa, la ciudad y de cómo quitarse el estrés con una aspiradora, Warhol le va revelando al lector, con la seriedad de quien sabe que lo más verdadero linda a veces con lo más risible, una visión personal, irreverente y ferozmente sincera del mundo actual, canallesco, desorbitado, y con frecuencia grotesco.
Nació en
la ciudad de Pittsburgh, Pennsylvania, en 1930, en una familia de emigrados
checos. A mediados de los años cincuenta se trasladó a Nueva York, donde pronto
se ganó una notable reputación como dibujante publicitario y empezó a pintar lienzos
que representaban, mediante un innovador sistema de ampliación mecánica,
imágenes del entorno cotidiano, desde el cómic hasta las latas de sopa o las
botellas de Coca-Cola, evocando así toda la mitología visual del mundo moderno.
Figura central del Pop-Art, fundó la célebre Factory, inmenso taller-estudio,
precursor de tantos otros en el mundo, donde todo un grupo de artistas
trabajaba, se divertía y dormía, rodeado de los más estrafalarios personajes
que una ciudad como Nueva York podía producir. Convertido en productor y
promotor, fundó la famosa revista Andy
Warhol’s Interview Magazine y lanzó a grupos musicales como The Velvet
Underground. Fue sin duda durante
casi tres décadas, hasta su muerte en 1987, el auténtico animador de la
actividad artística, bohemia y social de Nueva York.