Zurich, 1916. En plena guerra mundial, las oscuras callejuelas y ruidosos tugurios de esta ciudad suiza acogen a una nutrida flota de refugiados políticos, agentes secretos, jóvenes objetores renuentes a marchar al frente, artistas, literatos y poetas exiliados. Entre todos ellos, un grupo de amigos encabezados por el rumano Tristan Tzara da a conocer el movimiento Dada en una serie de manifiestos. Su lugar de reunión es el mítico cabaret Voltaire, en el número 1 de la Spielgasse, frente al domicilio de Lenin y Krupskaia. Tzara, Arp y Shwitters, entre otros, juegan al ajedrez con el revolucionario ruso por la tarde, y por la noche se entregan a la rebelión espiritual contra una sociedad responsable de haber transformado Europa en una inmensa carnicería.
Tal vez ningún otro movimiento espiritual haya pretendido renovar el arte y la literatura desde unos presupuestos tan radicales y subversivos como los que alientan en cada uno de estos siete manifiestos.
Poeta
francés de origen rumano, nacido en 1896 y muerto en París en 1963. Durante la
primera guerra mundial, se refugia en Zurich y, en 1916, toma parte activa en
las tumultuosas veladas del célebre Cabaret
Voltaire, así como en la fundación del grupo Dada. En obras como La
primera aventura celeste del señor Antipirina (1916) y Veinticinco poemas (1919), refleja los rasgos esenciales del dadaísmo: la recusación de toda forma
de jerarquía social, la confusión de los géneros y el valor concedido al
espectáculo. Tentado siempre por la búsqueda de la experimentación literaria,
en los años treinta Tristan Tzara se
acercó y se alejó sucesivamente de movimientos como el simbolismo o el
surrealismo. Aunque su poesía última se tornó más equilibrada, el nombre de Tristan Tzara es ya un sinónimo de inconformismo
provocación: «¡Mírenme bien! Soy idiota, soy un farsante, soy un bromista.
(...) ¡Soy como todos ustedes!».