Cuando Eleanora Holiday, más conocida por Billie, o Lady Day para los amigos, murió en un hospital de Nueva York en 1959, dejaba tras de sí una de las carreras más míticas y deslumbrantes de la historia del jazz. Desde los miserables inicios en Baltimore, los primeros trabajos como criada, el intento de violación a los diez años, la prostitución, la discriminación racial, la drogadicción, los múltiples pleitos y estancias en la cárcel, el engaño por parte de casi todos los hombres que la trataron, su vida aparece jalonada por una serie de episodios que fraguaron su leyenda. Billie Holiday nos cuenta con conmovedora sinceridad en estas memorias —escritas en colaboración con su amigo y pianista William Dufty—, en las que también se revive la más esplendorosa época del jazz en los clubes de Harlem, la radio y los estudios de grabación, las giras maratonianas y las jam-sessions al lado de músicos legendarios como, entre otros, Duke Ellington, Louis Amstrong, Benny Goodman, Count Basie, Lester Young o Artie Shaw.
Nació en
Baltimore en 1915. «Mamá y papá eran un par de críos cuando se casaron. Él
tenía dieciocho años, ella dieciséis y yo tres», escribe la propia Billie.
Debutó en Nueva York a los catorce años y grabó su primer disco en 1933. Formó
parte de los grupos del pianista Teddy Wilson y de las orquestas de Count Basie
y Artie Shaw. A partir de 1939 actuó como solista. Realizó dos giras por
Europa, en 1954 y en 1958. Su fraseo voluptuoso y su libertad rímica estuvieron
muy influidos por Lester Young, el saxofonista con cuyo estilo se ajustaba
perfectamente su voz ronca y áspera. Después de los años de fama en los que
vendió millones de discos, falleció en la más absoluta soledad el 17 de julio
de 1959, en la misma cama del Metropolitan Hospital de Nueva York donde estaba
detenida por posesión ilegal de drogas. Lady
Sings the Blues sirvió de base a la película del mismo título (1972)
protagonizada por Diana Ross.