Una joven de trece años es seducida
por su tío mayor, hombre casado y con hijos. La relación incestuosa comienza a
gestarse y, durante años, ella goza y padece al mismo tiempo esos encuentros y
caricias que suben paulatinamente de intensidad. Su placer no es tanto físico
sino psicológico: a través de esa experiencia trasgresora ella da sentido y
consistencia a su visión crítica de las relaciones familiares y el tejido
social que las arropa. No obstante, siendo una mujer madura, años después de la
ruptura, con el tío convertido en respetable y viejo ex diplomático, ella
decide revelar por primera vez el secreto a su madre y tiempo después a la
esposa de su tío. Su madre entiende entonces muchos indicios a los que reconoce
que debió haber prestado mayor atención. Su actitud parece confirmar una de las
líneas argumentales más crudas de esta historia: «Lo saben todas las familias
decentes: las niñas no tienen importancia.»
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