La Mennulara, de Simonetta
Agnello Hornby, nos devuelve, un siglo después, a la Sicilia de El Gatopardo: ahí siguen los señores y los criados, y, a su alrededor, la gente
que, temerosa, cuchichea sin cesar y cree saber «toda la verdad». Pero los
tiempos han cambiado, y esa gente no teme tanto a los poderosos de antaño como
a esa nueva ley del silencio que se impone cuando asoma la huidiza presencia de
la mafia. Introduciéndose en este ambiente, Agnello Hornby ha convertido su primera novela en todo un acontecimiento literario en Italia, y ha
obtenido el reconocimiento inmediato de los lectores, de la crítica y de otros
escritores.
El 23 de septiembre de 1963, en el pueblo siciliano de
Roccacolomba, fallece la Mennulara,
así llamada por haber sido en su niñez una hermosa recogedora de almendras. El
resto de su vida, hasta el día mismo de su muerte, lo dedicó a servir con una
lealtad rayana en lo enfermizo a los acaudalados señores Alfallipe. Pero ¿cómo se explica que con el tiempo se convirtiera
en administradora de los bienes de sus amos? ¿Y por qué éstos se resisten en un
principio a cumplir sus últimas voluntades? En el pueblo no tardan en desatarse
los chismorreos: unos la maldicen, otros la veneran. Como piezas de un
rompecabezas, esas voces van dando forma a la imagen fragmentada de la Mennulara, para componer poco a poco
el espléndido retrato de una mujer inolvidable. Y mientras va desvelándose el
misterio que la envuelve, su figura emerge, poderosa, en un universo rural y
opresivo, en apariencia inmóvil, donde luchan un pasado que se resiste a morir
y una modernidad que nunca acaba de llegar.
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