Al despertar una mañana, un hombre
se descubre solo en su casa. Aunque es un día ordinario, no escucha, como cada
jornada desde hace años, las quejas de su esposa ni mira los distantes rostros
de sus hijos. Es posible –piensa mientras se pasea por sus recuerdos– que su
familia lo haya abandonado, y cómo reprochárselo: su vida no es lo que debería
haber sido. Alguna vez fue un promisorio poeta, arrasó con los galardones
literarios de su municipio y hasta deslumbró con versos épicos al entonces
presidente de México. Estaba destinado a ser un hombre especial, un escritor
renombrado, y ahora no es otra cosa que un poeta de medio pelo, un convencional
padre de familia, un individuo atado al potro de la rutina. Cuando este
personaje sale de su casa para cumplir con una cita, descubre que también la
ciudad está desierta. Plazas, mercados, hospitales: todo luce ruinoso y vacío.
Jardines, hoteles, oficinas gubernamentales: ni un alma por ninguna parte... El
desenlace de esta historia, que rescata con notable ironía y sentido del humor
el habla popular, será mucho más que una pesadilla.
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