Todo comienza en Sicilia en
1890, cuando, al terminar su mejor obra —un acordeón de diecinueve botones de
marfil y tapa laqueada—, un artesano sueña con América. Junto con su hijo de
once años, y sin más pertenencias que el instrumento, se embarca rumbo al
abigarrado puerto de Nueva Orleans. Allí le espera un insospechado mundo hostil
e implacable al que sólo sobrevivirá el acordeón. Con él asistiremos a la
fundación de una ciudad en el estado de Iowa, en el seno de otra comunidad de
emigrantes, esta vez alemanes. Luego pasará por las manos sucesivas de varias
familias, que conocen la riqueza y la ruina en el nuevo mundo, y así, de Iowa a
Texas, de Maine a Louisiana, entre africanos, polacos, noruegos, irlandeses,
vascos y franco-canadienses, seguiremos sus pasos por una América ásperamente
racista que se construye a sí misma, una América cuyo último vínculo con el
pasado será la voz humilde y destartalada de un acordeón.
Annie Proulx nació en Connecticut en 1935. Tras
estudiar Historia, se dedicó al periodismo durante quince años y hasta la
cincuentena no decidió ser novelista. Su irrupción en el mundo literario fue
tan tardía como deslumbrante: en pocos años, sus obras han sido galardonadas
con los premios más prestigiosos, como el PEN/Faulkner, el Pulitzer
o el National Book Award. Pero Proulx no sólo ha recibido el
reconocimiento de la crítica más exigente, sino que ejemplifica como pocos
escritores un fenómeno literario poco frecuente: un autora de calidad, casi de
culto, que es leída –y seguida– por un público mayoritario, y cuyas obras se
adaptan con éxito a la gran pantalla, como es el caso de Atando cabos
(Andanzas 253 y Fábula 194). Tusquets Editores ha publicado también de
esta autora el volumen de cuentos Canciones del corazón (Andanzas
319) y otra gran novela: Los crímenes del acordeón (Andanzas
378).