A primera
vista, la publicidad es una negación de la filosofía, una especie de
antifilosofía, pues, frente a la tradición y el logos, parece marcada por la
trivialidad y el fomento de las pasiones propios de nuestro tiempo. Sin
embargo, Quessada ve en esta oposición una simetría íntima: lejos de pertenecer
a la imagen, la publicidad corona el reino del discurso y compite con la
filosofía en la definición de la ciudad platónica.
La tesis de este brillante ensayo
es audaz: hija de la sofística y la democracia, la publicidad completa el
trabajo inacabado por la filosofía. Ante el fracaso de Platón a la hora de
gobernar la ciudad, la publicidad recupera la gestión racional del mundo y
encarna sus ideales en las sociedades democráticas modernas. El publicitario,
convertido en el nuevo filósofo platónico, propone acceder a la felicidad
mediante la racionalidad y la sofística; triunfa así en la creación de una
nueva entidad lógica y política: el siervoseñor. Surgido del núcleo
problemático de nuestras democracias, «el siervo se hizo señor del señor
haciendo indiscernible la diferencia entre uno y otro». Quessada define con
maestría las prácticas retóricas del discurso utilizado por la publicidad y los
rasgos que definen al hombre contemporáneo.
INFORMACIÓN COMPLEMENTARIA
Quessada no se conforma con una apología de la publicidad ni con la legitimación de la filosofía. Desde la filosofía, analiza los elementos que mantienen en auge a la publicidad. En eso radica la fuerza de su libro.
ROBERT REDEKER, LE MONDE
En este nuevo ensayo, el autor da un paso fundamental en su análisis.
BUSINESS DIGEST
Dominique Quessada es doctor
en filosofía por la Sorbona. Autor de Le
nombril des femmes, un conjunto de reflexiones en torno a la mujer, en 1999
Quessada publicó La société de
consommation de soi, donde analiza cómo la publicidad corona el reino del
discurso y reemplaza a la política en la organización de la estructura social.
En La era del siervoseñor, recupera
y ahonda definitivamente en este acercamiento: la publicidad no sólo compite
con la política en su objetivo, sino que culmina la labor de la filosofía.