Publicado por primera vez en 1937, año de su llegada a París, este cuarto ensayo de E.M Cioran (1911-1995) nos permite descubrir en qué medida sus obsesiones y sus pasiones continuaron siendo las mismas y qué cambios se produjeron en el pensamiento del autor con el paso de los años.
Una pasión mística en un mundo sin Dios. O, en palabras del propio Cioran, «la pasión de lo absoluto en un alma escéptica» : tal es la paradoja existencial sobre la que rondan en permanente asedio los aforismos reunidos en este volumen. Constantemente, la santidad y la mística aparecen en estas páginas como emblemas de una actitud vital situada en las antípodas del hombre moderno, quien ha convertido en sentimiento trágico esa indiferencia hacia el devenir humano a través de la cual santos y místicos se fundieron en la divinidad.
Por otra parte -y no podía ser de otro modo- en este libro más que en ningún otro de Cioran explaya su fascinación por España, por su paisaje y por su arte, por su tradición espiritual. «El mérito de España», escribe, «ha consistido no sólo en haber cultivado lo excesivo y lo insensato, sino también en haber demostrado que el vértigo es el clima normal del hombre que ha suprimido la distancia entre el cielo y la tierra.»
E.M.Cioran
(1911-1995), hijo de un pope de la iglesia ortodoxa, nació en Rasinari. Cursó estudios secundarios en Sibiu y después estudió filosofía en Bucarest. Se licenció en 1932 con un trabajo sobre Bergson. Durante el año 1933, escribió su primer libro, En las cimas de la desesperación, publicado al año siguiente en Rumania. En 1936-1937 fue profesor de filosofía en un liceo de Brasov y en 1937 obtuvo una beca del Istituto Francés de Bucarest para hacer el doctorado en París, donde residió desde entonces. En 1939 viaja por última vez a su país. Durante años llevará una vida de «seudoestudiante» matriculado en la Sorbona y se dedicará a leer, escribir y recorrer Francia en bicicleta. En 1946 renuncia a su nacionalidad y adopta el estatuto del apátrida. Un año después abandona el rumano y, con Breviario de Podredumbre, inicia la serie de sus obras escritas en francés, lengua que llegaría a hacer tan suya como el propio rumano.