«Este escrito,
de poco más de ciento cincuenta páginas, de tono alegre y fatal, como un
demonio que ríe (…), es un libro absolutamente excepcional ; no hay nada
más sustancioso, más independiente, más demoledor, más malvado. Si alguien
quiere formarse brevemente una idea de cómo, antes de mí, todo se hallaba
cabeza abajo, empiece por este escrito. Lo que en el título se denomina “ídolo”
es sencillamente lo que hasta ahora fue llamado verdad.
El ocaso de los ídolos, dicho claramente : la vieja verdad se acerca a su final.» Así escribió Nietzsche sobre este libro en Ecce Homo. Furiosamente denostado o alabado, y casi siempre mal interpretado, el autor de El ocaso de los ídolos lanza al lector la terrible sospecha de que quizá detrás de toda acción humana, incluidas las moralmente más encomiables, se oculta el resentimiento de los débiles contra los más dotados para la existencia.
La vida
de Friedrich Nietzsche (Röcken,
1844-Weimar, 1900) está marcada, de principio a fin, por un aura inequívocamente romántica. En efecto,
su temprana genialidad intelectual, llena de fulgurantes intuiciones sobre los
presocráticos y la decadencia griega posterior a Sócrates (El nacimiento de la tragedia, 1872) obtuvo como recompensa la hostilidad y el desprecio de los medios
universitarios y académicos oficiales. Además, este filósofo de la vida fuerte, plena y derrochadora fue
asediado desde muy pronto por una enfermedad que ya no le abandonaría hasta el
dramático episodio de Turín y los diez años de silencio que siguieron hasta su
muerte. Maestro como pocos de la lengua alemana y fustigador de los incontables
«ídolos» de la existencia humana, Nietzsche es, sobre todo, un genial creador
de enigmas (la muerte de Dios, el superhombre, el eterno retorno...) capaces de
suscitar materia de reflexión para los próximos siglos