Días diablos es un juego de aproximaciones y divorcios entre
el sentido y los sentidos: la vista, el oído, la memoria del tacto parecen
derivar, todos, de una ubérrima confianza en las palabras y una profunda suspicacia ante la inmediatez del
mundo.
Desde sus primeros escritos, Víctor Hugo Piña Williams
apostó por una forma literaria sin concesiones; su escritura no busca la
complacencia de la mente automática sino el
reto del desciframiento. Entre sus páginas suele suceder que el sentido
gramatical aparezca como resultado de la escansión sonora. No le son ajenos los
recursos de la aliteración y de la rima,
la anáfora, los saltos antonímicos y las paronomasias, y el tejido de
vocablos, sin esconder su urdimbre, revela el tapiz de una inteligencia lúcida y aguda.
No en pocas ocasiones la crítica ha quedado perpleja ante la
extrañeza y fuerza creativa de Piña Williams. Sin embargo, nadie ha dejado de
reconocer su talento de artífice y su auténtico ingenio. Jorge Fernández
Granados describió su taracea de voces y palabras como “enzimas lingüísticas que adquieren desconcertantes habilidades
metabólicas.”
Víctor Hugo Piña
Williams nació en
la Ciudad de México en 1958. Es poeta, ensayista y editor. Obtuvo en 1979 la
beca Salvador Novo, en 1984 la del Instituto Nacional de Bellas Artes y, en
1989, la del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes. Es miembro del Sistema
Nacional de Creadores de Arte desde el año 2000.
La trayectoria
poética de Víctor Hugo Piña Williams
comenzó en 1986 con Argumento de los
corazones obstinado, al que le siguieron El cáliz de la mucha errancia (1987), De tal palabra (1991), Transverbación
(1994), libro que mereció el Premio de Poesía Carlos Pellicer, y Rimas rumias (1999), finalista del
premio Xavier Villaurrutia; en 1998 publicó el libro de ensayos La inmortalidad del cangrejo.