Más allá de su obligada brevedad y de su vocación por las honduras conceptuales, «los aforismos», afirma Carlos Marzal, «musculan una parte distinta de la anatomía del pensamiento». Así, los que componen este volumen iluminan la realidad mediante chispazos de inteligencia y de poesía, pues son fruto no sólo de la íntima costumbre de la reflexión, sino también del oficio de vivir y –no podía ser de otra manera– de todo lo que en poesía no es cuestión de oficio. Allí donde la lógica no logra explicar nada, o donde la paradoja nos frena, el pensamiento aforístico arroja su verdad, una verdad sin más ni menos pretensiones que la de ser certera y lúcida: «Si no parece haber desentrañado un misterio, no es aforismo».
Los viajes, los distintos yoes con los que cargamos a cuestas, el paso del tiempo, la escritura, la amistad, la mentira, la enfermedad, el amor o el asombro ante lo que nos depara la existencia son algunos de los asuntos que abordan estos aforismos. Irónicos y graves, optimistas y voluptuosos, poco a poco van desplegando la luminosa filosofía vital del autor. Pues el aforismo es como un diario, como una autobiografía, pero de lo que le acontece al pensamiento, y también, quizá, una manera de vivir, una herramienta para interpretar la realidad, para habitar en el mundo.INFORMACIÓN COMPLEMENTARIA