Tras la publicación, en 1993 y en esta misma colección, de El
ojo de la aguja (Marginales 127), honra nuestro catálogo, en esta
ocasión con sus poemas completos y en su versión definitiva, Carlos Bousoño, artífice de una de las
más fecundas e imaginativas aventuras creadoras del panorama poético español
del siglo XX, además de lúcido explorador de la teoría poética.
Un largo camino lleva recorrido Bousoño desde Subida al amor (1945), aquel primer libro de poemas en que traslucía sus ansias de Dios y que, junto con Primavera de la muerte (1946), ese canto a la victoria de lo vital sobre la muerte, y el metafísico Noche del sentido (1957), concluye un primer ciclo que se cierra con la duda más sombría. Su cuarta obra poética, Invasión de la realidad (1962), marca un cambio de rumbo, caracterizado por la apertura, en el plano temático, hacia el mundo objetivo, real, y, en el estilístico, hacia el verso libre y el abandono de los moldes clásicos. Con Oda a la ceniza (1967), Bousoño confirma esta nueva línea y abre, a juicio de los críticos, una segunda trilogía, la que completan Las monedas contra la losa (1973) y Metáfora del desafuero (1988), y en la que se inaugura un procedimiento retórico: «El alargamiento de una imagen que, partiendo de un postulado racional, ensayístico, culmina en lo irracional» (L.A. de Villena) y llega a lo visionario. Por difícil que pareciera superar eso, el poeta sorprendió luego a todos con su libro más denso, maduro y metafísico, El ojo de la aguja, que resume toda su trayectoria poética y ejemplifica su reflexión teórica. Dos últimas obras —Canto de salvación (1993) y El martillo en el yunque (1996)— cierran este auténtico viaje por la luz y las tinieblas en busca de la plenitud y la verdad poética.
Carlos Bousoño nace en 1923 en Boal (Oviedo). Vive una adolescencia solitaria que tal vez propiciara una precoz vocación poética. En 1943 se traslada a Madrid, donde se licencia en filología románica. Entre 1947 y 1949 vive en México y Estados Unidos, donde sustituye temporalmente a Jorge Guillén en su cátedra de literatura en el Wellesley College. A su regreso a Madrid en 1950, ejerce de profesor en la facultad de filosofía y letras de la Universidad Complutense, actividad que alterna con la escritura poética y la reflexión teórica sobre la poesía, plasmada en siete prestigiosos ensayos. En 1979 ingresa como miembro de número en la Real Academia Española. Premio Príncipe de Asturias 1995, su obra le ha hecho merecedor del Premio Nacional de las Letras en tres ocasiones, y del Premio de la Crítica en 1979.