Octavio Paz es la lucidez. La lucidez perturbadora, casi siempre molesta, que no admite ni coacciones ni engaños ni oportunismos, la lucidez de los solitarios. Hasta el milagro del llamado «boom de la literatura sudamericana», poco se hablaba de Octavio Paz. Ahora se le nombra, sí, pero ¿cuántos conocen su obra ? Los poetas, quizá… y los que siempre han amado la verdad de los poetas.
Este libro también es lúcido. Paz cree que la traducción, y en particular la de la poesía, es creación. Después del ensayo que da título a este volumen, donde expone las razones que confirman su hipótesis, traduce cuatro poemas de poetas «intraducibles» : John Donne, Stéphane Mallarmé, Guillaume Apollinaire, e. e. cummings. Y añade comentarios analíticos sobre cada una de estas «recreaciones» o de estos poetas. Difícilmente un ensayo sobre una materia específica, en este caso la traducción poética y la poesía, es tan sugeridor para otras actividades creadoras.
Octavio Paz
nace en 1914 en una antigua familia mexicana. Su abuelo fue uno de los primeros indigenistas y su padre representante en los Estados Unidos del gobierno de Zapata. En 1931, publica sus primeros escrito. En 1937, en Madrid, conoce a Miguel Hernández, Alberti, Buñuel… Pero, pronto, las decepciones ideológicas y, siempre, su extrema lucidez le obligan a una vida errante y difícil. En París, participa en las actividades del movimiento surrealista con sus amigos André Breton y Benjamin Péret. En 1949, publica Libertad bajo palabra y, en 1951, El laberinto de la soledad. Al año siguiente, viaja al Japón y la India. Más tarde, nombrado embajador en Nueva Delhi, donde ahonda aún más sus conocimientos de la cultura oriental, dimite en protesta contra la masacre de estudiantes mexicanos en 1968. Funda la revista Vuelta y escribe una extensa obra ensayística paralela a su producción poética. En 1990 recibe el Premio Nobel de Literatura.