Desde sus orígenes, el anarquismo ha representado la realización de un ideal de libertad e independencia, el sueño de un mundo igualitario, liberado de toda forma de poder y coacción. Una utopía quizá, pero una bella utopía. Sin embargo, la historia real del anarquismo ha estado ligada a la práctica de una forma extrema de coacción: la violencia, a veces indiscriminada, contra las personas. Juan Avilés explora cómo algunos anarquistas dedujeron del principio de la libertad la legitimidad para cometer atentados, y con ello se convirtieron en pioneros de ese tipo de violencia que hoy llamamos terrorismo.
Asimismo, La daga y la dinamita narra la romántica apelación de Bakunin a la destrucción revolucionaria del orden social existente, relata la espiral de asesinatos masivos que ensombrecieron la política europea y norteamericana en el último tercio del siglo xix, y concluye con los atentados que ensangrentaron las calles de París y Barcelona, como la célebre bomba del Liceo, al tiempo que explica por qué España fue uno de los países donde más se afianzó la ideología anarquista.
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