Tres obras maestras se reúnen en
este volumen memorialístico del gran poeta y prosista Juan Gil-Albert. En la primera y más extensa, Memorabilia, el autor nos invita a
entrar en el mundo arcádico de su adolescencia –la familia, el colegio, Alcoy y
la finca El Salt– hasta la guerra civil, que quebró aquella existencia plácida
y refinada. Por sus páginas desfilan, en memorables retratos, Ramón Gaya, Luis
Cernuda, Federico García Lorca, María Zambrano y Manuel Altolaguirre, entre
muchos otros.
Drama patrio, a su vez, ahonda en la guerra civil, revisitada no sólo
con distancia (se escribe en 1964, como reacción a los «25 años de paz»), sino
también, como afirma Gil-Albert,
con el propósito de dejar constancia «de lo que he visto y he vivido, de lo que
oí y pensé» en torno a la contienda; tres poemas complementan este texto,
ofreciendo una cara más íntima de la época en que el autor regresó a España, en
plena posguerra. En el último libro, Los
días están contados,Gil-Albert reunió varias crónicas sobre algunos referentes de su particular universo,
desde Visconti u Ortega y Gasset, hasta una reflexión sobre el hombre y el
mundo en que le toca vivir, como proyección de una preocupación más honda: el
paso del tiempo.
Estos tres libros fueron publicados anteriormente, cada uno
por separado, por Tusquets Editores en la colección Marginales: Memorabilia, en 1975, Drama patrio, en 1977, y Los días están contados en 1974, los tres en vida del autor.
Ahora, el presente volumen nos devuelve la admirable prosa autobiográfica de Gil-Albert, «el gran memorialista»,
como afirmó el poeta Juan Luis Panero, «de tantas páginas imprescindibles».
INFORMACIÓN COMPLEMENTARIA
Juan Gil-Albert nació en Alcoy (Alicante) en 1904, en el seno de una familia acomodada, y murió en Valencia en 1994. Licenciado en Filosofía y en Derecho, publicó en 1936 su primer libro de poemas, Misteriosa presencia. Al estallar la guerra civil española, militó comprometidamente en el bando republicano; fue secretario de la subsección de Literatura en la Alianza de Intelectuales Antifascistas, y colaboró en la fundación de la revista Hora de españa, de la que fue secretario, así como en el Segundo Congreso Internacional en Defensa de la Cultura. En 1939 se exilió en México, donde trabajó con Octavio Paz en la revista Taller y escribió Las ilusiones. Regresó a España en 1947, y durante una larga etapa de «exilio interior», que duró más de veinticinco años, publicó muy pocas obras, entre ellas los poemarios El existir medita su corriente (1949) y Concertar es amor (1951), hasta su redescubrimiento con la antología poética Fuentes de la constancia (1972). A partir de 1974 aparecen numerosas obras, entre ellas las prosas de Crónica general, la novela Valentín y el ensayo Heraclés. Gil-Albert, cuya influencia en las letras hispánicas no ha cesado de aumentar con el paso del tiempo, recibió la Medalla de Oro de las Bellas Artes.