Animada y apoyada por su entorno, ISABEL GARCÍA LORCA dedicó gran parte de sus últimos años a redactar estos RECUERDOS MÍOS, que ahora ven la luz póstumamente y que han merecido el XV Premio Comillas de autobiografía, biografía y memorias. Como descubrirá el lector, en ellos se evocan tanto el paraíso perdido de la infancia y juventud en las casas de Granada y de la Vega como el desmoronamiento de ese mundo, roto en pedazos por el asesinato de su hermano Federico y su cuñado Manuel Fernández-Montesinos a poco de comenzar al guerra civil. ISABEL GARCÍA LORCA reconstruye también las angustias de su primer exilio en Bruselas, o el reencuentro con sus padres en Estados Unidos, de donde vuelven dos décadas después a una España en al que ya no se reconocen.
Pero, por encima de las
vicisitudes personales, estas memorias son sobre todo una emotiva evocación de
los ambientes y personas que conoció ISABEL. Su sensibilidad y capacidad de
observación otorgan nueva vida a muchos de esos momentos críticos y nos depara
semblanzas imborrables de figuras como Manuel de Falla, J.R. Jiménez, Pedro
Salinas, Jorge Guillén, Luis Cernuda, María Zambrano y, planeando sobre todos
ellos, centro magnético de ese mundo, su hermano Federico.
INFORMACIÓN COMPLEMENTARIA
ISABEL GARCÍA LORCA nació en
Granada en 1909 y falleció el 9 de enero de 2002 en Madrid. Hermana menor de
Federico, Concha y Francisco García Lorca, a los ocho añós sus padres
encomendaron su educación a Gloria Giner, esposa de Fernando de los Ríos. ISABEL
inició sus estudios universitarios en Granada en 1929 y los prosiguió en Madrid
entre 1932 y 1934. Allí cursó Filosofía y Letras y fue alumna de Guillén,
Salinas y García Morente. Con la guerra civil tuvo que exiliarse, primero a
Bruselas y luego a Estados Unidos, donde fue profesora en el New Jersey College
for Women, en el Hunter College de Nueva York y, más tarde, en el Sarah
Lawrence College. Regresó del exilio en 1951, y en 1955 participó en la
creación de la Asociación de Mujeres Universitarias. Tras la muerte de Franco
se le retituyó su puesto como catedrática de literatura en el instituto Pardo
Bazán de Madrid. Desde 1984 presidía la Fundación García Lorca, que gestiona el
legado del poeta y artista granadino, tarea en la que no escatimó esfuerzos. La
muerte le sorprendió cuando sólo le faltaban los últimos retoques a estas
memorias.