Esta historia empieza con las
aventuras de dos niños en el colegio de los padres hervacianos en la ciudad de
Murania y concluye con el encuentro fortuito por la calle, muchos años después
y también en Murania, con un hombre taciturno y desolado que despierta en el
narrador los recuerdos de esos días pasados. Entre un tiempo y otro transcurre
la juventud de dos amigos, sus viajes, sus primeros amores, los estudios en
Madrid y en Salamanca, París y el Barrio Latino, los libros, el cine, las
canciones... O quizá sea mejor decir que transcurren los eslabones del tiempo
que escribe la memoria. O ese aire exacto y familiar de olvidos y recuerdos por
el que todos algún día sabemos, quizá calladamente, dónde están –si es que
alguna vez los hubo– esos campos de amapolas blancas y el desesperado sueño de
su blancura.
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