Ethan
Llewellyn y su esposa Jacqueline emprenden un viaje a la isla de Gabriola en
busca de un nuevo hogar tras verse expulsados, por mor del progreso, de la
idílica cabaña en la que vivían en la playa de Erídano, en la Columbia
Británica. Durante el trayecto, en autobús y en ferry, Ethan revisita su vida y
la de los que le han rodeado: sus fantasmas familiares, sus escarceos con la
esperanza y la felicidad, el abandono del ejercicio de la abogacía tras
conseguir la absolución de un criminal. Gabriola se aparece en el horizonte
como un último refugio, pero los recuerdos sobre su pasado en la Columbia
Británica desbordan los límites de la experiencia personal inmediata. Sus
obsesiones –las del personaje, las del autor y, en buena medida las del hombre
contemporáneo– salpican la novela de reflexiones –fragmentarias, lúcidas,
dolorosas– sobre la necesidad de huida, el misticismo, el suicidio, la bebida o
la literatura.
Sobre toda la novela pende la
sombra metafórica y casi real de la expulsión del paraíso, de una pérdida
irreversible –de la inocencia, de los sueños posibles e imposibles– que ni
siquiera puede eludirse con un peregrinaje forzoso como el que se ven obligados
a iniciar los Llewellyn. La novela, lírica y torrencial, con mucho de
autobiografía, contiene una destilación de los temas y el estilo que han
convertido a Malcolm Lowry en uno de los referentes de la literatura
contemporánea.
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