Después de dos libros de relatos, Esperando al enemigo y La
madurez de las nubes (Andanzas 282 y 358), acogidos con verdadero
entusiasmo por la crítica, el narrador Gonzalo
Calcedo nos entrega esta novela corta, en la que se adivinan los personajes
y los ambientes de muchos de sus cuentos, pero tratados en una historia de
sorprendente desarrollo narrativo, en la que el vacío transcurrir de las
jornadas laborales se convierte en este caso en una metáfora kafkiana, que roza
el absurdo, sobre la incapacidad de escapar de rutinas y formulismos.
Zacarías y su adjunto Telonius gastan sus días en una oficina comarcal de la
Administración dedicada a auspiciar la instalación de industrias en la zona.
Desde un tiempo indefinido, sus obligaciones van menguando y su trabajo se
vuelve cada vez más extraño, pues la delegación, olvidada y abandonada a su
suerte, se encuentra en proceso de desmantelamiento. Ellos son dos
«supervivientes» laborales que pugnan por dar sentido a tareas que ya no lo
tienen. Cualquier señal del fax, la amenaza de una temida inspección de
servicio o la llegada de material no solicitado, provoca cierta sacudida, pero
a Zacarías y Telonius ya nada parece poder redimirles de la desolación de lo
cotidiano, ni de la insatisfacción por una vida plácida y sin complicaciones
que enmascara un desasosegante vacío. Hasta que un día salta la alarma y
reciben el aviso de la llegada de un nuevo funcionario.
Gonzalo Calcedo nació en Palencia en 1961, pero en
la actualidad vive en Santander. Desde 1995 su actividad literaria ha obtenido
el reconocimiento en diversos certámenes, entre los que destacan el Premio José Hierro y el Premio especial del jurado en la primera
edición del Concurso de Cuentos Antonio
Gala. Su trayectoria literaria mantiene una escrupulosa fidelidad al
relato. Así, a Esperando al enemigo, finalista en 1995 en el II Premio
Nuevos Narradores, le han seguido Otras
geografías (Premio NH al mejor
libro inédito en 1997), Liturgia de los
ahogados (Premio Alfonso Grosso en 1988), el volumen ya mencionado La
madurez de las nubes y Apuntes al
natural (2002). Asimismo, su obra ha sido incluida en diferentes antologías
canónicas del género y ha recibido encendido elogios de insignes cuentistas
como Quim Monzó, Sergi Pàmies o Jordi Puntí.