En la mejor tradición cómica, esta
novela de Miguel Albero, que
funciona como una colección de relatos, es un hilarante catálogo de personajes
«aquejados del mal del principiante». Como se nos dice en la propia
presentación, «no se trata de aquellos a los que les fue primero bien y después
peor: ésos somos todos», sino de los que «apuestan por el principio, de
aquellos que han concentrado su esfuerzo en el comienzo (de su vida, del día,
de una obra, de un camino) y ese ímpetu inicial se convierte en la causa única
de su fracaso». Publicada con seudónimo en edición no venal, el texto llamó
rápidamente la atención de algún comentarista, como Juan Bonilla, para quien «el libro es una continua delicia... Casi
no hay página en la que no quepan unas cuantas sonrisas, y en algunas de ellas
hay espacio para más de una carcajada».
Corredores de maratón que apenas llegan al
kilómetro, escritores con obras sin
principios, toreros que no entran a
matar, pilotos de competición
paralizados en la parrilla de salida... Fermín
Maroto, jubilado pero no ocioso, se lanza por el mundo a la búsqueda de
personajes que han fracasado por apostar por el principio de las cosas y, en
esa apuesta, han terminado cavando su propia tumba. Como no podía ser menos, la
paleta es rica y variada. Fermín y su compañero de asilo, convertido en
cronista y escudero, nos invitan a un recorrido por un paisaje de fracasados
con causa que van conformando un desopilante «inventario de comienzos sin final feliz». Ambos irán descubriendo
que «nadie está libre de sus propias teorías», y que también ellos buscan
antecedentes para justificar su personal patología.
INFORMACIÓN COMPLEMENTARIA
Miguel Albero nació en Madrid en 1967. Desde
entonces ha ido cumpliendo años con impecable puntualidad. Ha vivido, por
razones de índole laboral, en Dakar y Roma, capitales cuyas íntimas afinidades
apenas precisan explicación. En la actualidad reside en Mendoza (Argentina),
rodeado de viñedos que tampoco son suyos. Principiante
también como escritor, Albero
demuestra, contrariamente a sus personajes, una desenvuelta ironía y una
originalidad de planteamientos que hacen de él un magnífico contador de historias.