Hoy, en El amor no es amado, reencontramos a Héctor Bianciotti, quien, por boca de un sochantre oficial del Imperio Británico en la India, nos revela en cierto modo su secreta fuente de inspiración : «Como los niños, entre las maravillas de la realidad y lo maravilloso, siempre he elegido las primeras, aunque no sin preferir la oscura lógica de la imaginación a la verosimilitud».
Fiel a esta idea Bianciotti nos conduce, de un cuento a otro, del llano argentino a Francia, Venecia, Tubingen o cualquier ciudad mítica del Norte, y nos sumerge en algunas de las obsesiones o perplejidades que dan vida a sus personajes : el momento en que se revela el destino de un hombre, cuando el hombre aún no se parece a su destino ; la nostalgia de una vida diferente que bien podría haber sido nuestra ; el pasado considerado como único porvenir del hombre ; el enigma del dolor ; la memoria que cada día nos reinventa y hace pasar al filo del tiempo, en el flujo de la sangre y de un cuerpo a otro, los mismos sueños, las mismas leyes ; y también la vanidad de creerse virtuoso o culpable mientras, quizá, no se hace sino obedecer a una inmutable necesidad. . .
Héctor Bianciotti (Córdoba, Argentina, 1930-París, 2012) llegó a Europa en 1955. Tras residir en Italia y España, pronto se estableció en París, y en 1981 obtuvo la nacionalidad francesa. Desde principios de la década de 1980 dejó su lengua materna para escribir en francés. En Francia, su país de adopción, fue considerado uno de los más importantes novelistas contemporáneos, y en España un exquisito autor de culto. Colaborador de Le Nouvel Observateur y Le Monde y de la editorial Gallimard, en 1996 fue nombrado miembro de la Academia Francesa, con lo que se convirtió en el primer académico francés de origen hispano. Su trayectoria literaria siempre estuvo muy unida a la de Tusquets Editores, en la que publicó diez obras desde 1973: Sin la misericordia de Cristo, Lo que la noche le cuenta al día, El paso tan lento del amor, La busca del jardín, Como la huella del pájaro en el aire y La nostalgia de la casa de Dios (Andanzas 58, 186, 268, 275, 432 y 635), así como Ritual, Los desiertos dorados (Cuadernos Ínfimos 44 y 65), Detrás del rostro que nos mira y El amor no es amado (Marginales 52 y 78). Sus novelas merecieron los más prestigiosos galardones, entre ellos el Premio Médicis 1977, el Premio Femina 1985 y el Prix de la Langue de France 1994, y por el conjunto de su obra recibió el Premio Prince Pierre de Monaco 1993.