Llega el verano y esos seres horrendos conocidos como Las madres se descuelgan de los árboles
y lo someten todo a la bajeza de su deseo. Justo, obsesivo, pulcro y harto de
su vida anodina, atiende la frutería; un día la motocicleta de El Tapir atruena la atmósfera del
barrio; sin embargo, servirá a Justo para ir a cobrar una venganza, sin
apercibirse de que es objeto de una peor revancha. Los Vetriccioli son familia numerosa y por entero dedicada, con
meticulosidad absoluta, a su oficio de copistas y editores, hasta que el ritmo
de las generaciones se vuelve violentamente en contra de su origen.
Para una pareja, toda sirvienta que llegue a la casa -¡La perra!- acaba fatalmente
convertida en una vulgar ratera. Para El
turista, un viaje sencillo puede volverse una eternidad perdida en los más
nimios detalles. Pero, como decía Mi
padre, “ninguna cosa es más importante que otra”. Cuando se entra a la
adolescencia, se puede salir De caza
por lagartijas y acabar herido por espiar prostitutas. Y, en general, tanto para
El huidor como para quien desempeñe
un Oficio de Temblor, lo fundamental
es saber descifrar los ápices y resquicios mínimos que harán admirable la
salida final.
El poeta y narrador Fabio Morábito (1955) es autor de tres libros de poesía: Lotes baldíos (1985, Premio Carlos
Pellicer), De lunes todo el año (1991, Premio Aguascalientes) y Alguien de lava (2002). Caja de herramientas (1989), que
participa tanto del ensayo como del poema en prosa, fue publicado
en Alemania, Inglaterra y Estados Unidos. Su obra cuentística se compone de La
lenta furia (Andanzas, 2002), elogiado en su momento por José de la
Colina como «la mayor revelación del género de los últimos años», La
vida ordenada (Andanzas, 2000; Andanzas 495) y También Berlín se olvida
(Andanzas, 2004).
«Desde sus iniciales ejercicios literarios se reveló
como uno de los “raros” de la lengua. Desconcertó a algunos y fascinó a otros
cuantos. Quien pretenda imitarlo se arriesga a cometer un suicidio. Su prosa elegante y exquisita es
irrepetible. Nada de pomposo se acerca a su mundo. Parecería que sus
palabras, precisas y transparentes, le sirvieran como
un encantamiento, un regalo, un guiño a los lectores. Pero en el subsuelo se
encuentra una lava ardiente, un nudo de interrogaciones e hipótesis cercanas a
una meta-física». (Sergio Pitol)